Es difícil que alguien que no haya pasado por dificultades a la hora de tener hijos pueda imaginarse en toda su extensión lo que vivimos quienes sí las pasamos. Es difícil también explicarlo de manera que alguien que no las haya pasado pueda llegar a imaginárselo siquiera.
Por lo general, tendemos a relatar los hitos: los tratamientos, las pruebas, los negativos y los positivos. Pero, ¿qué pasa con todo ese tiempo intermedio, ese tiempo durante el cual no ocurre nada?
Nuestro día a día, por supuesto, está lleno de cosas. Cosas que no relatamos en estos blogs monotemáticos porque no vienen al caso: las jornadas de trabajo, las cenas con amigos, los momentos de intimidad con nuestras parejas, los libros que leemos, las películas que vemos, los viajes, las comidas familiares, los retos personales, los días de limpieza, de bricolaje, de sofá.
Al mismo tiempo, yo siento que en mi vida hay un gran vacío. Su presencia es similar a un ruido de fondo, apenas perceptible, como el dolor de cabeza en un día de bochorno. En algunos momentos, sin embargo, adquiere la forma de una NADA gigantesca que toma completa posesión de mi tiempo.
Ocurre durante lo que yo llamo "Las tardes en blanco". Son tardes en las que no quiero hacer nada: ni trabajar, ni ver la tele, ni leer, ni escribir, ni salir. Nada. Y cuando digo nada, digo nada. Ni respirar. Ni vivir.
De pronto, en esa rutina que sobrellevo con mayor o menor dignidad, se abre un espacio vacío. Un espacio que da miedo, que no quisiera transitar, que preferiría saltarme. Por eso no quiero hacer nada. Por eso, cuando aparece una tarde en blanco, lo único que deseo es que termine cuanto antes, que llegue la noche, que llegue la mañana.
A veces, las personas que tienen hijos te aconsejan, con muy buena intención, que disfrutes mientras llegan. Que emplees tu tiempo en todo eso que después no podrás hacer. Que "aproveches". Lo que parecen no entender, lo que seguramente nosotros no terminamos de explicar, es que, una vez que llega el momento de tener hijos, una vez que ese deseo intenso se apodera de tu vida, es imposible ignorarlo.
Evidentemente, puedes hacer muchas cosas que después no podrás hacer. Y las haces. Puedes, incluso, animarte a llevar a cabo algunos proyectos que también te ilusionan, que también te llenan, que pensabas posponer y que, ante las circunstancias, decides adelantar. Puedes "aprovechar" y aprovechas todo lo que puedes.
Pero no puedes llenar el vacío, completamente, todos los días.
Porque, si pudieras, tal vez decidirías dejar de sufrir y abandonar el camino.
En mi caso, hay momentos en que ese vacío se ensancha, se hace notar, se vuelve infinito. Y yo no puedo llenarlo. No en esos momentos, no en esas tardes en blanco. Porque todo lo que desearía cuando lo siento es que esta pesadilla ya hubiera terminado. Porque lo único que podría llenar ese vacío es precisamente la razón por la que ese vacío existe. Así que me paso la tarde mirando a una pared, en blanco, dejando que el tiempo me atraviese, que el vacío me inunde, hasta que llega la noche, hasta que llega la mañana.
Al principio, estas tardes en blanco me aterraban. Pensaba que estaba perdiendo el control, que este proceso me estaba superando. Ahora he aprendido a aceptar su presencia. Porque de hecho sé que no tengo el control y porque de hecho entiendo que este proceso me supera.
Porque, finalmente, mi única certeza es esta inmensa y terrible nada.
6 comentarios:
Es un tema olvidado, pero muy real el los tratamientos de fertilidad.
Una cuando empieza cree que lo mas complicado son los pinchazos, el quirofano con su sedacion, las idas y venidas a los médicos, las faltas en el trabajo..
Pero lo mas terrorífico son las esperas y oír en la cabeza el tic-tac.
Yo llegue a la conclusión que padecemos una mini-deprecion. Y lo peor en una depresión es perder la esperanza. Pero cuando llevas varios tratamientos, pruebas, cambios de protocolos y no das con la causa cuesta estar esperanzada.
Si alguien me dijera por ejemplo que en diciembre de 2017 tendré mi bebe en brazos pues claro que hasta aquella fecha estaría feliz, viajaría y haría mil cosas, pero no, no sabes ni cuando sucederá , ni si sucederá alguna vez.
Así que cuesta y mucho salir de este estado, pero lo logramos, encontramos esta esperanza perdida y seguimos.
Quiero decirte una cosa, no soy ni medico, ni adivina :), pero viendo todo lo que has hecho hasta ahora estoy casi segura que te queda muy, muy poquito para tener el final feliz.
Mucho animo y que el tiempo hasta el siguiente intento pase volando.
Un beso muy grande!
Entiendo perfectamente ese ruido que no se nota pero lo llena todo, ese vacío que te llena de nada, he estado ahí, lo he sentido durante muchos años.
Y aun así, ahora que tengo a mi niño conmigo, entiendo a la gente con hijos que te dicen que aproveches, porque yo ahora mismo lo diría también.
El cambio es tan grande, tan brutal, que hasta echas de menos un poco de ese vacío. Tienes que descubrir a esa persona nueva que tienes que ser, cuando aún sientes que eres la persona sin hijos. Es difícil de explicar...
Mucha fuerza, mucho ánimo.
Yo también creo que, cuando los tratamientos se alargan, entramos en un estado depresivo. Y supongo que es normal. La incertidumbre, las hormonas, la cuenta del banco... ¡qué menos! Pero, aunque sea normal, aunque sea comprensible, no por ello se pasa bien. Es una putada y no todo el mundo lo aguanta. Y eso también es normal y comprensible, y creo que, como dices, está poco cuidado todavía, poco valorado.
Entiendo lo que explicas, Inma, el cambio de vida debe de ser brutal y supongo que después puede que eche un poco de menos mis tardes en blanco. Pero mientras no sabes si ese cambio se va a producir, la incertidumbre y la tristeza pueden contigo, y no eres capaz de ponerte en un lugar en el que no puedes estar. De todas formas, por muy dura que sea la maternidad, no creo que haya muchos casos en los que se prefiera volver al vacío. No, al menos, cuando has pasado por tantas dificultades.
Gracias por vuestros ánimos y por vuestros buenos deseos. Ojalá ese final feliz esté cerca de verdad :)
Creo que no me expresé bien: por nada del mundo volvería al vacío, que conozco bien porque lo he sentido.
Creo que solté lo que necesitaba soltar y no lo que te quería decir, que es que hay esperanza, que llegará vuestro momento. Y que te comprendo bien. Un abrazo.
Muchas gracias, Inma: si has pasado por dificultades, seguro que me comprendes :) Pero ahora, afortunadamente, estás en otro momento, que también tiene sus retos, ¡estoy segura! Yo también entiendo que quieras expresarlos, y viene bien conocerlos, no creas, aunque resulten un poco agridulces por la incertidumbre. ¡Otro abrazo para ti!
Mi peque ha llegado a casa hace pocos meses mediante adopción...
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