Estamos condicionados a buscar justicia en esta vida; y cuando no lo conseguimos
sentimos enfado, ansiedad o frustración. En realidad, sería igualmente productivo
que buscáramos la fuente de la eterna juventud o algún otro mito por el estilo.
La justicia no existe. Nunca ha existido y jamás existirá.
Simplemente el mundo no ha sido organizado de esa manera.
Hace muchos años leí un libro titulado Tus zonas erróneas. Su autor es Wayne W. Dyer y es uno de los mejores libros de autoayuda (llamadlo psicología aplicada si os hace sentir mejor) que he leído.
Particularmente, me llamó la atención el capítulo denominado "La trampa de la injusticia". En el libro, el autor va explicando por qué diferentes núcleos de pensamiento son "erróneos" (es decir, nos hacen sufrir inútilmente), y en este trata sobre cómo una idea obsesiva de la justicia nos deja estancados en el dolor y nos impide avanzar.
Estos días me he acordado de ese capítulo. Hace un par de tardes tuve una de esas experiencias-ajá que me hizo comprender cómo seguía estancada en un pozo sin fondo de quejas acerca de la injusticia de mi situación, añadiendo una buena cantidad de sufrimiento innecesario a un proceso ya de por sí bastante doloroso.
La última versión de estos pensamientos me repite que es injusto que la búsqueda de nuestro bebé se esté complicando tanto. Yo he puesto toda la carne en el asador con este proyecto, como lo hice con muchos otros anteriores. Y casi todos se complicaron, así que no es justo que este se complique también.