lunes, 11 de marzo de 2019

Crónicas lactantes (II). La lactancia empieza en el parto


Al contrario de lo que parece entender nuestra sociedad, el parto no es un mero trámite, ese trance molesto que las mujeres debemos atravesar para librarnos del "fardo" y volver a ser las de "antes", como si nada

Después de mucho aprender, reflexionar y vivir, yo siento que el parto es un eslabón trascendental en nuestros vínculos, ese retal primordial en la colcha que nos arropa. Como el alfa y el omega, el parto es culminación y principio, es embarazo y es crianza. 

El parto es parto y también nacimiento. Una persona nace a través de otra: acontecimiento hermoso, sagrado donde los haya. Nada de lo que lo rodee puede cambiar esto. En el hospital o en casa, respetado o violento, autónomo, instrumentalizado, quirúrgico. Una persona nace a través de otra, esa es su fuerza. 

Pero la consideración que se tiene en nuestra sociedad no lo honra. Y esta consideración (ideológica, moral, acientífica) tiene consecuencias. Consecuencias ideológicas y morales, pero también psicológicas, espirituales y, por supuesto, físicas. Las más inmediatas, pues comienzan a los pocos minutos de parir, ocurren sobre la lactancia. 

Aunque, claro, el parto se considera un mero trámite y la lactancia una especie de lotería biológica: tú tienes leche, tú no; la tuya es buena, la tuya no. Desquiciante. Mientras tanto, los hilos que conectan un suceso y otro, que explican esta y otras tantas experiencias de las mujeres, permanecen ocultos, inconscientes. 

Pero yo no me resigno. Gracias a otras mujeres he aprendido que mi parto (inducido, medicado, instrumentalizado... forzado) tuvo múltiples consecuencias, también sobre mi (nuestra) lactancia. Por ello, siento que debo hacer mi parte y explicarlas, para que dejen de estar ocultas, inconscientes.

Para devolverle a mi parto su honor de eslabón trascendental, de retal primordial, no solo en mi vida y en la de mi hija, sino como parte mínima pero importante de la experiencia vital de todas las mujeres que han parido, paren y parirán.

Así que aquí va mi pequeño memorial de agravios:


jueves, 7 de marzo de 2019

Paz


Mi hija ha cumplido su primer año. Y yo también. Un año de parida, de madre, de lactancia. Han sido días de emociones muy intensas, la mayoría positivas; aunque la rabia por el parto, la tristeza, todavía siguen ahí. 

Durante los últimos nueve meses, he ido recordando cada fase del embarazo. También ha sido intenso, hermoso, agridulce a ratos. Pero ya pasó. Con cada vuelta al Sol, esta etapa de mi vida se irá alejando. Y está bien. Hay que dejar espacio para lo nuevo, para el torbellino de la crianza, para lo que esté por venir.

Por encima de todos los vaivenes, atravesando todas esas emociones, cada vez más apagadas, me invade un precioso sentimiento de paz. Han sido muchos años luchando y, por fin, estoy al otro lado. Y aunque la vida es un reto en sí misma, ya no me atenaza esa angustia radical. 

Mi cuerpo y mi corazón por fin pueden descansar.

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