martes, 28 de febrero de 2017

El teléfono vuelve a sonar

Resultado de imagen de hoping

Esta vez me pilló en medio de una reunión. No recuerdo por qué extraño motivo, tenía el teléfono encendido. Empezó a vibrar de pronto y yo casi me muero de vergüenza. En la pantalla aparecía uno de esos números que me suele llamar para venderme cosas que no quiero. Bajé el sonido para evitar la vibración y guardé el teléfono. 

A los diez minutos empezó a sonar de nuevo. ¡Qué pesados! Con ganas de esconderme debajo de la mesa, volví a mirar la pantalla. Pero ya no era el número de antes. Eran ELLOS. El nombre de la clínica aparecía bien grande en mi pantalla.

─¡Ay...!

Cuando llegué a casa, Alma me recibió con una sonrisa. Yo también sonreía. Hablamos de cualquier cosa mientras me quitaba los zapatos y el abrigo. Ninguna de las dos decíamos nada, hasta que lo dijimos.

─¡Han llamado!

Fue Alma quien cogió el teléfono. Le explicaron que ya nos llegaba el turno en la lista de espera para la adopción de embriones, y que en quince días volverían a llamarnos para que fuéramos a consulta con las pruebas nuevas. En realidad, esto puede querer decir cualquier cosa, porque la vez anterior nos dejaron esperando casi un mes por una llamada de la doctora que nunca se produjo, para después meternos prisa con una consulta que no nos habían pedido que pidiéramos.

Quiera decir lo que quiera decir, sin embargo, nos han llamado.

El tratamiento tardará, y lo sabemos. Todavía estamos a la espera de unos resultados y debemos acudir a una segunda cita en Inmunología. Además, la medicación para evitar otro aborto se empieza a tomar al menos un mes antes de cualquier intento. Estas dos circunstancias ya significan más de dos meses de espera... y lo que te rondaré, morena.

Pero nos han llamado.

Y mi corazón se ha puesto a latir como loco. Primero, de ansiedad. Ansiedad por cuadrar citas, ansiedad por resultados, ansiedad por protocolos, ansiedad por verle la cara, otra vez, a mi doctora de cabecera. Y después, de miedo. Miedo por el tratamiento, por mis reacciones emocionales, por el resultado. Ante todo y sobre todo, por el resultado.

Alma, sin embargo, está muy contenta. De su mano, poco a poco, voy encontrando algo de serenidad. Nos han llamado, y un nuevo intento es una nueva esperanza.

Podemos hacerlo.

sábado, 18 de febrero de 2017

Escribir o no escribir

Resultado de imagen de caperucita y el lobo ilustracion

Me gusta mucho escribir. Me gusta desde siempre, prácticamente desde que aprendí. A lo largo de mi vida, he escrito mucho: muchos diarios, muchas cartas y correos electrónicos, muchas entradas en distintos blogs... y algún que otro poema, canción, relato.

Escribir más se encuentra cada año entre mis buenos propósitos, porque me aporta felicidad y alegría, me crea placer estético y me permite apropiarme de mis experiencias, reconstruirlas a través de la Literatura. 

Hay tantas cosas que quisiera contar... Sin embargo, también hay otras que quisiera olvidar para siempre. Arrugarlas como hojas de papel y desecharlas cuanto antes de mi memoria.

Gran parte de las experiencias que relato en este blog pertenecen a este último tipo. A pesar de ello, hace algún tiempo que decidí comprometerme con esta experiencia, apropiarme también de ella, aunque sea desagradable, aunque la mayor parte del tiempo no me provoque más que ganas de salir huyendo.

A cada paso, no obstante, me surgen dudas. No sé si escribir este blog es bueno para mi salud mental. No sé si obligarme a relatar experiencias tan negativas como las que estoy viviendo me ayuda o me hunde más todavía. 

Cuando me ocurre algo doloroso, mi primer impulso es dormir, dormir mucho, y a la mañana siguiente, que puede ser después de muchas mañanas, procurar ver la vida desde una perspectiva más optimista. Mirar hacia delante con confianza y regresar al pasado solo cuando me sirve de lección constructiva. Normalmente, esto solo ocurre con el tiempo, por eso no sé qué sentido tiene relatarlo "en directo".

Yo no soy de esas personas a quienes les gusta regodearse en los aspectos truculentos de la existencia. A mí me gusta fijarme en los pequeños grandes detalles que hacen que la vida merezca la pena. Tampoco me satisface elaborar un relato pormenorizado de los agravios que recibo. Incluso aunque sepa que, a veces, es necesario, que es sano cagarse en todo, despotricar, blasfemar y poner reclamaciones. Mi primer impulso es siempre vaciar mi corazón del lodo, dejar espacio para que vuelva a fluir el agua clara, y pensar que quienes actúan de malas maneras recibirán el castigo del karma.

Pero tampoco estoy segura de que sea esa la actitud correcta. No se puede ir por la vida como Caperucita por el bosque. Porque la vida no consiste solo en recoger flores y merendar con la abuelita: también hay que enfrentarse al lobo. Enfrentarse al lobo y hablar del lobo. Porque irse a dormir para despertarse a la mañana siguiente con el ánimo renovado no hace que el lobo desaparezca.

Así que ese es mi dilema: escribir o no escribir. Obligarme a relatar lo que quisiera olvidar u olvidarlo tal y como deseo. Apropiarme de las experiencias negativas dando testimonio de ellas o dejar que se transformen en experiencias positivas con el tiempo. 

Es posible que, como ocurre tantas veces, mi dilema sea un falso dilema. Se trata, más bien, de saber entreverar la escritura con el tiempo. Algunos temas piden un golpe de calor y otros, un reposo prolongado que los haga coger cuerpo. 

No sé qué tal se lleva esto con la escritura de un blog. 
Habrá que comprobarlo...

lunes, 6 de febrero de 2017

Ya no seré una madre joven

Resultado de imagen de birthday cupcake

Acabo de cumplir los 35, y con ello, entro a formar parte oficialmente del grupo de las madres "mayores".

No ha sido ninguna sorpresa. Hace tiempo que sé que, por mucha prisa que se diera la Vida, ya no salían las cuentas. Hace tiempo también que me preparo para asumir los retos de esta maternidad, la única que todavía es posible para mí. Y pretendo asumirlos de manera positiva.

Pero me jode, para qué vamos a engañarnos.
Me jode, fundamentalmente, porque no estaba en mis planes.

Yo quería ser una madre joven. Me he criado con una madre joven rodeada de otras madres jóvenes, todas muy beligerantes con la causa. Todas muy orgullosas de su juventud y en perpetuo desprecio hacia las madres mayores. 

Que no podría seguir sus pasos era obvio. Ellas no fueron madres jóvenes por decisión propia. Ellas lo fueron por sus circunstancias: embarazos no deseados, carreras laborales inexistentes o truncadas, matrimonios tempranos, falta de estudios medios o superiores. A la edad en que mi madre me tuvo a mí, yo todavía estudiaba en la Universidad. Y entre mis planes más inmediatos no se encontraba, ni remotamente, formar una familia.

Pero todavía soñaba con la idea de tener un hijo antes de los treinta. Eso era lo que, en mi caso concreto, yo consideraba equivalente a "joven". Sin embargo, las circunstancias que me rodeaban cuando llegó el momento siguieron siendo adversas para la maternidad: a los estudios superiores, el desarrollo de una carrera profesional o los retos de la independencia económica, se unió el condicionante de ser lesbiana. Que podría no haberme condicionado en absoluto, pero me condicionó y retrasó mi proyecto de convertirme en madre.

Una vez superados todos estos retos, una vez recompuesta y lista, recién estrenados los treinta, para afrontar la aventura de formar una familia... llegó la infertilidad.

Y aquí estoy, mediando la década. 
Más allá de mis peores cálculos. 
Jodida pero contenta.

Y digo contenta porque, si algo me ha enseñado todo este proceso, es que soy buena enfrentando retos. No quiero decir que lo sea por naturaleza, sino que lo he acabado siendo por pura supervivencia. Y si he llegado hasta aquí con todo lo que he tenido en contra, puedo seguir. 

Hasta donde haga falta. 
Joven... o vieja ;)

viernes, 3 de febrero de 2017

Mi primer libro sobre adopción

Resultado de imagen de books tea

Me encanta leer; no solamente Literatura, sino también libros en los que pueda aprender sobre los temas que me interesan, que me inviten a reflexionar y a sentir de otra manera.

Con todo el tiempo que llevo dándole vueltas a la idea de la maternidad, mucho más del que llevo en reproducción asistida, podría haberme leído ya varias estanterías completas de libros que me enseñaran de todo. Sin embargo, hasta el momento no me he atrevido ni a comprar ni a coger prestado de la Biblioteca ninguno.

Cero. Nada.

Tenía miedo a invocar alguna especie de gafe, como por si leer libros sobre embarazo nunca me fuera a quedar embarazada, o si por leer libros sobre crianza nunca fuera a criar ningún hijo.

Muchas veces me he sentido idiota por ello. Son tantos los padres y madres que explican cómo nutrieron sus periodos de espera con libros que después les resultaron utilísimos, que en ocasiones me maldigo pensando que he desperdiciado un montón de años en angustiarme tontamente cuando podría haberme estado preparando para lo que estaba por venir.

Pero, ¿y si "lo que estaba por venir" no es nada? ¿Qué hago yo con mis estanterías llenas de aprendizajes que nunca llevaré a la práctica? ¿Acaso no se convertirán en estanterías llenas de dolor y frustración?

Estos han sido mis pensamientos durante muchos años. Sin embargo, poco a poco he ido cambiando la perspectiva. Tengo más que comprobado que el miedo a cualquier cosa es mucho peor que "cualquier cosa"; así que, si quiero emplear mi tiempo de espera en leer y después resulta que no lleva a nada... pues mira. Aprovecharé esos libros para hacer una catarsis que me ayude a superar el duelo: los venderé, los regalaré, los sortearé por Internet o los quemaré en una hoguera de san Juan. 

Soluciones hay muchas :)

Esto no quiere decir que me haya vuelto loca y haya llenado una habitación de libros sobre maternidad. Solo quiere decir que he abierto una tímida rendija a la posibilidad de ir haciendo algunas lecturas sin pensar que voy a invocar ningún gafe. Porque, sinceramente, los gafes ya están aquí sin que nadie los haya invocado, así que tampoco creo que la cosa vaya a empeorar demasiado porque yo me dé algún que otro caprichito.

Por eso, este año le pedí a mi Reina Maga preferida que me regalara un libro sobre adopción. Elegí la adopción porque es un tema relacionado con la maternidad que me anima, me ensancha el corazón y me abre la mente. Además, ahora mismo es el camino que me resulta más sencillo (¡paradójicamente!) y sobre el que todavía albergo unas esperanzas casi intactas. No me da miedo leer sobre adopción porque aún es una realidad por explorar, por vivir.

La obra escogida ha sido Mariposas en el corazón, un libro colectivo recientemente editado que recoge cinco experiencias de adopción contadas en primera persona. El envío estuvo lleno de contratiempos, pero al final llegó a casa uno de esos días en que realmente necesitaba una alegría para poder seguir adelante. Solo con echarle un vistazo ya se me formó un nudo en la garganta lleno de emoción, nervios y empatía. Así que, contraviniendo mi primer impulso, lo voy leyendo con calma, poco a poco. Prefiero disfrutar intensamente del viaje, aunque confieso que el primer paseo por sus páginas ya ha merecido la pena.

¡Prometo reseña! 

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...