Todo había salido mejor, pero el resultado fue peor.
Incluso la transferencia. La doctora me dijo que tenía apuntado en su informe que la otra vez el acceso al útero había sido complicado. Yo comprobé después que había apuntado en mi diario que aquel día hubo una intensa pelea con el espéculo. Pero esta vez todo fue más sencillo, rápido, casi indoloro. Y, de pronto, ya estábamos juntos, mi embrión y yo, y la alegría que sentía era inmensa.
Diez días después, llegó la bofetada.
Impredecible, inconcebible, irracional.
Nuestra doctora insiste: todo ha salido mejor. No es fruto de mi imaginación. No puede decir que las cosas no vayan bien, excepto por el pequeño gran detalle de que todavía no me he quedado embarazada. O sí: me quedé embarazada una vez. Y, en realidad, no llevamos tantos intentos. Y es normal que estemos cansadas, sobre todo por las inseminaciones. Pero todo ha salido mejor, y hay que tener paciencia.
Eso dice ella.
Nosotras nos quedamos sin palabras.