Antes de tomar la decisión de ser madre, pasé muchos años leyendo e investigando sobre maternidad lesbiana y reproducción asistida. Seguía varios blogs escritos por mujeres que compartían tanto el proceso de búsqueda como el embarazo y la crianza, leía artículos sobre técnicas de reproducción asistida y sobre la crianza de niños en una familia homoparental, veía películas y documentales sobre el tema, etc.
A veces tenía la sensación de que todo ese trabajo no me estaba preparando para ser madre, y que tendría que tomármelo más en serio cuando me pusiera realmente en camino. Sin embargo, cuando finalmente Alma y yo nos decidimos, me di cuenta de que, poco a poco y de una manera bastante agradable y natural, había ido asumiendo casi todos los aspectos de la maternidad lesbiana. Entendía que las personas que nos querían, nosotras como pareja y como individuos, nuestros propios hijos y, evidentemente, el resto de sociedad, tendrían que asumir la existencia de nuestra familia. Todo lo que yo podía ofrecer a favor de este proceso estaba ya preparado, tanto en mi mente como en mi corazón. Además, había tenido mucho tiempo para tomar unas cuantas decisiones estratégicas y para superar unas cuantas pruebas que la vida me había puesto por el camino.
Lo que no había comprendido hasta entonces era que aún me quedaba una cosa por asumir: el propio proceso de reproducción asistida.