La mayor parte de los días me siento segura y contenta con las decisiones que hemos tomado para continuar este camino. Siento que las cosas cobran cada vez más sentido y que eso solo puede ser bueno.
Pero a veces tengo momentos en los que me vengo abajo y todo se vuelven miedos y tristezas, como si no hubiera nada bueno en el horizonte y todo lo vivido tan solo nos hubiera acercado a un terrible e inevitable final.
Lo sé. Es tétrico y radical, pero no puedo evitarlo.
El otro día, por ejemplo, viendo
el primer vídeo de Clara (en el que repasaba su aventura hasta lograr el embarazo, precisamente con un embrión de calidad D que hoy es un bebé precioso y sano), no pude evitar pensar en mis propios embriones.
Nunca pienso en ellos. Independientemente de lo que opine sobre cuándo un ser humano empieza a serlo, en su momento no establecí ningún vínculo con ellos y, por eso, para mí, no son más que "oportunidades" perdidas. No los siento como "mis hijos", aunque estrictamente pudieran serlo.
Pero desde que sé que no habrá más "oportunidades" así, que no habrá más embriones formados con mis óvulos, los pienso de otra manera. Su existencia me duele, se me clava. Hubo nueve posibilidades de tener un hijo que fuera genéticamente mío, y la mayoría se perdió antes de regresar a mi cuerpo.
No me gusta lamentarme sobre lo que hemos vivido hasta aquí; principalmente, porque no hay vuelta atrás, pero también porque, de existir una "cura" a nuestro dolor, solo la encontraremos más adelante, en el futuro que construyamos, no en los lamentos.
Pero, recordando historias como la de Clara, no puedo evitar plantearme cosas. ¿Y si no los hubiesen llevado todos a blastos? ¿Y si me hubieran transferido embriones de tres o cuatro días? Todos estaban vivos en ese estadio, ¿por qué desecharlos? ¿Y si nuestro pequeño milagro se ahogó en una placa de Petri cuando podía haber vivido en mi útero? ¿Y si me los hubieran transferido de dos en dos? ¿Habrían mejorado entonces las posibilidades? ¿Habrían salido uno o incluso los dos adelante? Y en el caso de la segunda FIV, ¿qué habría ocurrido si no hubiera tomado Adiro hasta el positivo? ¿Y si mi embrión bonito se "escurrió" en un útero que se deshacía en sangre con solo rozarlo?
Lo sé. Son pensamientos inútiles y absurdos. Pero a veces siento que preferiría que esos embriones nunca hubiesen existido. Que, desde el primer momento, me hubieran dicho que era imposible tener hijos con mis óvulos. Que nunca lo hubiésemos intentado. Que hubiera salido mal al 100%. Que mis óvulos no hubieran fecundado, que se hubiesen roto, qué sé yo.
Porque si nunca hubiera tenido ninguna esperanza, ahora mismo no tendría ninguna duda. En mi interior podría sentir la misma rabia, pero no encontraría ningún rincón en mi mente que se preguntara "¿Y si...? ¿Y si...?".
Tengo claro que no quiero pasar por otra FIV, pero a veces recuerdo esas nueve posibilidades y pienso en si no debería darme otras. En si no nos habremos precipitado con esta decisión y lo que deberíamos hacer es darnos tiempo para curar nuestras heridas.
La respuesta es no. Lo sé, lo sabemos.
Pero a veces, simplemente, tengo momentos.