Hace unos días tuve un sueño muy revelador.
Soñé que Alma y yo íbamos a comer con unas amigas a un restaurante. Yo estaba muy contenta porque el restaurante (que no existe) era precioso, muy acogedor, y se podía ir andando desde casa. Me parecía todo un lujo y me sentía muy afortunada. Para nuestras amigas, sin embargo, no era nada del otro mundo.
Cuando nos sentamos a la mesa, descubrimos que los anteriores comensales se habían dejado un par de platos de tapas. Algunas estaban mordisqueadas, pero la mayoría tenía una pinta estupenda. Así que Alma y yo nos pusimos a comérnoslas. Estaban buenísimas y nos pareció que habíamos tenido una suerte inmensa al poder comérnoslas sin que nos costara dinero. Mientras tanto, nuestras amigas no hacían más que quejarse porque tardaban mucho tiempo en servirnos y les horrorizaba que nos estuviésemos comiendo la comida de otros.
Desperté de este sueño bastante impactada. Cuando se lo conté a Alma, ella reaccionó igual que lo había hecho en el sueño: le pareció genial que nos hubiésemos dado un banquete a costa de otras personas. ¿Por qué íbamos a dejar de comernos esas tapas con la buena pinta que tenían?
Yo, sin embargo, sentía una contradicción. La parte de mí que vivía el sueño se sentía asombrada, encantada, muy afortunada. La parte de mí que lo observaba desde fuera mientras soñaba, se sentía horrorizada y muy apenada. Durante el sueño, no dejaba de atormentarme con la idea de que siempre nos tocaba conformarnos con lo peor. De que siempre teníamos que comernos las "sobras".
Como el sueño me impactó tanto, pensé mucho tiempo sobre él. Y me di cuenta de que realmente esas dos actitudes contradictorias son las que tengo hacia nuestro proyecto de familia. La parte de mí que lo vive día a día está encantada y se siente muy afortunada. Esa parte todavía no se cree que podamos llegar a adoptar algún día, y se desmaya de felicidad al pensar que, tal vez ahora, pueda quedarme embarazada gracias a un embrión que no lleve nuestros genes.
La parte de mí que lo vive todo desde fuera, esa parte que observa y juzga, se siente horrorizada por momentos. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Constantemente se hace las mismas preguntas, se ahoga en autocompasión y rabia, y desearía liarse a patadas con la Vida, el Destino... y con los Otros.
Y aún hay otra parte, otro coro de voces en mi cabeza, que en el sueño estaba representado por nuestras amigas. Esas amigas, todas madres en la realidad, que en mi inconsciente se erigían en portavoces de lo que debe ser y nosotras no podemos conseguir. Nada era suficiente para ellas, no compartían ninguno de nuestros motivos para sentirnos afortunadas y su actitud era de queja constante. Esas voces también viven en mi interior, también me atormentan con sus críticas y me generan inseguridad y malestar.
Ojalá pronto Alma y yo podamos volver a visitar ese restaurante de mi inconsciente, nos pongamos las botas con un montón de comida buenísima y no tengamos que escuchar ningún coro de voces que nos perturbe.
1 comentario:
A mi me parece genial que en tu sueño hayas decidido aprovechar lo tenías a mano para comer algo delicioso. Y me encanta que Alma en la vida real esté de acuerdo. Te mando un abrazo transoceánico ♥
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