miércoles, 30 de marzo de 2016

La adopción demonizada


A medida que voy saltando de página en página y leo aquí y allá diferentes artículos sobre adopción, se va conformando en mi mente una visión demonizada de la misma que me horroriza.

Persiste la demonización clásica de la madre biológica (al padre biológico ni se le nombra, claro), esa mujer lasciva y egoísta que abandona a su hijo como quien se deshace de un fardo. Y me toca las narices. Me tocas las narices porque yo no creo que "dar en adopción" sea un sinónimo de "abandonar". A mí me parece un acto de responsabilidad, difícil y doloroso, que merece al menos nuestro respeto. ¿Qué sabemos los demás sobre las circunstancias que rodean la vida de esa mujer y de su embarazo como para juzgarla? ¿Por qué, si ella decide que dar a su hijo en adopción es la mejor decisión que puede tomar, no podemos estar de acuerdo? 

viernes, 25 de marzo de 2016

Dieta para el SOP


Como ya expliqué en otra ocasión, el síndrome de ovarios poliquísticos (SOP) es un trastorno endocrino que afecta al metabolismo de la glucosa. Descubrirlo me llevó casi diez años, y lo hice gracias a que la doctora de nuestra primera clínica me recetó metformina para mejorarlo. A mí me mosqueó, desde el primer momento, que fuera un antidiabético, y no me conformé con que me dijera que no tenía que acompañarlo de ninguna dieta. Gracias a mis investigaciones, descubrí AESOP y aprendí otras maneras de lidiar con este síndrome.

Si el SOP estaba relacionado con el metabolismo de la glucosa y un antidiabético lo mejoraba, a mí me parecía evidente que la dieta no podía ser ajena a todo este proceso. Tampoco tuve que rebuscar debajo de las piedras para descubrir que tenía razón, así que me sorprende que los médicos no tengan esta misma información, no la consideren relevante o prefieran no darla a conocer por motivos que a mí se me escapan. Lo cierto es que, hasta el momento, NINGÚN médico (y he conocido a unos cuantos) me ha hablado de dieta cuando yo le he hablado de SOP.

viernes, 18 de marzo de 2016

Nunca el tiempo es perdido


Llevo muchos años intentando que la maternidad forme parte de mi vida, muchos más de los que llevo en reproducción asistida. Y aunque he pasado momentos de gran angustia viendo cómo el tiempo se me escurre entre los dedos, cada día que pasa estoy más segura de que este periodo de mi existencia tiene valor por sí mismo.

Poco a poco voy comprendiendo que, de alguna extraña manera, está bien así. En mi vida están pasando cosas que, desde luego, es mejor que pasen antes de que sea madre. No estaban planeadas ni puedo controlarlas, pero son buenas: uno de esos regalos que, a veces, la Vida deja en tu puerta, simplemente porque sí.

Frente a la sensación de descontrol que me ha invadido en otras ocasiones, va ganando fuerza la serenidad. Estoy aprendiendo tantas lecciones, estoy creciendo tanto... Cuando pienso en mí misma hace dos años, a punto de comenzar el primer tratamiento, me siento a años luz de mis pensamientos de entonces, de mis ideas, de mis sentimientos.

Estoy no quiere decir que haya alcanzado el nirvana de la reproducción y que ya no sienta miedo, ni dolor, ni tristeza. Para nada. Estos sentimientos negativos y muchos otros siguen ahí, como es lógico; pero ahora los vivo de una manera distinta. Quizá porque he aprendido algo más de esta compleja trama que es la vida; también de aquellos capítulos que tratan sobre la maternidad.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Mensaje en una bolsita


Hace algo más de un año, cuando todavía estaba inmersa en el duelo por mi aborto, asistí a un taller para reconectar con el útero. Fue un taller muy bonito, donde aprendí unas cuantas curiosidades científicas, pero que también me permitió aflojar el nudo de sentimientos que me ahogaba y liberar un tanto la carga mental y física. 

En medio de ese montón de experiencias maravillosas, me ocurrió algo muy tonto que hoy me deja con la boca abierta. Durante el descanso del taller, nos tomamos un té de esos que llevan un mensaje en el cartón de la bolsita. Las mujeres que asistían al taller conmigo empezaron a comentar el que le había tocado a cada una. Yo leí el mío muy rápido y, disimuladamente, lo separé del hilo y me lo guardé en el bolsillo. Cuando llegué a mi casa, lo puse junto a una colección de notitas que tengo encima de mi mesa, y ahí ha estado todo este tiempo.

El mensaje era: "Empty yourself and let the Universe fill you", 'Vacíate a ti misma y deja que el Universo te llene'.

No sé por qué entonces me resultó tan significativo. En aquel momento, estaba convencida de que me quedaría embarazada en la segunda transferencia embrionaria (como de hecho ocurrió, aunque volviera a perderlo). Y aún estaba dispuesta a pasar por otra FIV. La renuncia a mis genes no era una opción inmediata ni la adopción una opción posible; pero supongo que, en algún rincón de mi interior, una parte de mí se iba preparando para ello. Una parte de mí sabía que podía pasar y que habría asumirlo y que sería bueno. 

He leído el cartón cientos de veces desde entonces, como un mantra, como un mensaje mágico que venía a exteriorizar algo que llevaba dentro. Y, como tantas otras cosas de mi vida, sus palabras van cobrando cada vez mayor sentido :)

viernes, 4 de marzo de 2016

Momentos


La mayor parte de los días me siento segura y contenta con las decisiones que hemos tomado para continuar este camino. Siento que las cosas cobran cada vez más sentido y que eso solo puede ser bueno.

Pero a veces tengo momentos en los que me vengo abajo y todo se vuelven miedos y tristezas, como si no hubiera nada bueno en el horizonte y todo lo vivido tan solo nos hubiera acercado a un terrible e inevitable final.

Lo sé. Es tétrico y radical, pero no puedo evitarlo.

El otro día, por ejemplo, viendo el primer vídeo de Clara (en el que repasaba su aventura hasta lograr el embarazo, precisamente con un embrión de calidad D que hoy es un bebé precioso y sano), no pude evitar pensar en mis propios embriones.

Nunca pienso en ellos. Independientemente de lo que opine sobre cuándo un ser humano empieza a serlo, en su momento no establecí ningún vínculo con ellos y, por eso, para mí, no son más que "oportunidades" perdidas. No los siento como "mis hijos", aunque estrictamente pudieran serlo.

Pero desde que sé que no habrá más "oportunidades" así, que no habrá más embriones formados con mis óvulos, los pienso de otra manera. Su existencia me duele, se me clava. Hubo nueve posibilidades de tener un hijo que fuera genéticamente mío, y la mayoría se perdió antes de regresar a mi cuerpo.

No me gusta lamentarme sobre lo que hemos vivido hasta aquí; principalmente, porque no hay vuelta atrás, pero también porque, de existir una "cura" a nuestro dolor, solo la encontraremos más adelante, en el futuro que construyamos, no en los lamentos.

Pero, recordando historias como la de Clara, no puedo evitar plantearme cosas. ¿Y si no los hubiesen llevado todos a blastos? ¿Y si me hubieran transferido embriones de tres o cuatro días? Todos estaban vivos en ese estadio, ¿por qué desecharlos? ¿Y si nuestro pequeño milagro se ahogó en una placa de Petri cuando podía haber vivido en mi útero? ¿Y si me los hubieran transferido de dos en dos? ¿Habrían mejorado entonces las posibilidades? ¿Habrían salido uno o incluso los dos adelante? Y en el caso de la segunda FIV, ¿qué habría ocurrido si no hubiera tomado Adiro hasta el positivo? ¿Y si mi embrión bonito se "escurrió" en un útero que se deshacía en sangre con solo rozarlo?

Lo sé. Son pensamientos inútiles y absurdos. Pero a veces siento que preferiría que esos embriones nunca hubiesen existido. Que, desde el primer momento, me hubieran dicho que era imposible tener hijos con mis óvulos. Que nunca lo hubiésemos intentado. Que hubiera salido mal al 100%. Que mis óvulos no hubieran fecundado, que se hubiesen roto, qué sé yo. 

Porque si nunca hubiera tenido ninguna esperanza, ahora mismo no tendría ninguna duda. En mi interior podría sentir la misma rabia, pero no encontraría ningún rincón en mi mente que se preguntara "¿Y si...? ¿Y si...?". 

Tengo claro que no quiero pasar por otra FIV, pero a veces recuerdo esas nueve posibilidades y pienso en si no debería darme otras. En si no nos habremos precipitado con esta decisión y lo que deberíamos hacer es darnos tiempo para curar nuestras heridas.

La respuesta es no. Lo sé, lo sabemos.

Pero a veces, simplemente, tengo momentos.