Cuando todavía estaba embarazada y leía relatos de partos, me sorprendía que muchas mujeres no finalizaran su historia hasta que el bebé empezaba a mamar. Por aquel entonces, compartía la idea, tan extendida en nuestro imaginario social, de que el parto termina en el momento en que el bebé nace. Y me creía avanzada por recordar que, a pesar de tan manida imagen, tras el nacimiento aún queda alumbrar la placenta (!).
Pero tanto ese imaginario social como yo nos equivocamos. El parto no termina cuando el ginecólogo (o ginecóloga, como en mi caso) da la última puntada y te dejan ahí, con el estropicio hecho y un bebé recién nacido en las manos. Porque el parto es el eslabón que une el embarazo con la lactancia, y una mala puntada en ese sentido es suficiente para truncarla. (Y porque, afortunadamente, no todos los partos incluyen zurcidos).
Son cosas que entendí después, porque, en el momento, tras vivir aquel episodio de terror y violencia obstétrica en que se convirtió mi parto, solo quería que todo el mundo se marchara, quedarme a solas con mi mujer y mi hija, y descansar. Ese fue mi segundo error: pensar que, cuando el bebé nace, todo termina, porque, en realidad, ahí es cuando empieza todo. Y es que el parto puede ser muy cansado, pero la lactancia es agotadora. Y, encima, mucho más larga.
Y empieza de golpe, sin darte casi tiempo a respirar. En nuestro caso, apenas había salido el último sanitario del paritorio, mi hija, ese bebé chiquito y desvalido, abrió la boca y empezó a moverla de un lado a otro, buscando el pecho con avidez. Fue una imagen que me acompañó durante semanas: aunque hubiera visto vídeos de agarre espontáneo, observar la vida en directo, abriéndose camino con esa fuerza, me dejó profundamente impactada.
Yo me limité a dejarme hacer, porque era lo que había visto en los vídeos y porque no me quedaba otra. Tumbada boca arriba, con el cuerpo insensible de las tetas para abajo y la pierna izquierda inútil cual fardo, ni siquiera podía sostener a mi hija en los brazos. A duras penas conseguía mantenerla sobre mi vientre, e incluso por momentos necesité la ayuda de Alma, pues sentía que la pequeña, todavía cubierta por el vérmix caseoso, se me iba a escurrir como un pececillo y acabaría estrellada en el suelo. El gurruño textil que nos cubría (toalla pequeña, manta fina y, según jura y perjura mi memoria, sábana bajera) tampoco ayudaba.
Otra diferencia con los relatos de partos que había leído, sobre todo con los de partos en casa, es que las profesionales que acompañaban a las mujeres no se marchaban hasta comprobar que el bebé, de hecho, mamaba correctamente. En nuestro hospital (que, según mi matrona, se jactaba de promover la lactancia materna), nadie comprobó nada: salieron huyendo, agotados tras atender EL ÚNICO PARTO DE LA NOCHE, y no volvieron hasta dos horas después.
Se supone que, en esas dos horas de piel con piel, ocurre la magia. Pero hasta la magia más hermosa tiene sus límites. Porque mi hija reptó, a pesar de los trapos que la cubrían, a pesar de la impericia de sus madres, y alcanzó el pezón y empezó a mamar. Y entonces, por primera vez en mi vida, sentí esa fuerza prendida a mi pecho... Y ME HORRORICÉ. ¿Aquello era dar de mamar? ¿Esa sensación penetrante de tener una sanguijuela sorbiéndote las tetas? No, no podía ser. Algo tenía que estar mal, algo no funcionaba. Porque, ya lo decía el libro: DAR DE MAMAR NO DEBE DOLER.
En esos momentos de terror primerizo, me habría venido de perlas que una matrona me hubiera ayudado a incorporarme (¿era siquiera posible, con los siete puntos que me había costado el parto?), mostrándome una postura correcta y, sobre todo, dándome el apoyo moral que requería esa primera experiencia. Al menos, en vez de salir corriendo, y conociendo el estado en que me dejaban, podían haberme ofrecido ayuda, o haberme visitado discretamente, no sé, a la hora. En ausencia de todo ello, agotada como estaba, incapaz de soportar un nuevo revés en forma de dolor, me limité a desenganchar a mi hija del pecho, porque seguro que no se había enganchado bien. Porque dar de mamar no debe doler.
Lo intentamos muchas veces. Mi hija reptaba, se enganchaba... y yo flipaba. Mil ideas acudían a mi mente: no podía dar de mamar tumbada boca arriba, mis tetas apenas sobresalían, no podía sujetarla. Y no podía moverme. Y mi hija era fuerte, pero también recién nacida. Y tendría frío. Sí, se iba a quedar helada. Así que, al final, decidí dejar de intentarlo, y preferí centrarme en abrazarla.
Cuando volvió a aparecer una enfermera, se limitó a preguntarme: "¿Se ha enganchado?". Yo respondí que no y, entonces, recibí un comentario que volvería a escuchar muchas más veces mientras estuve ingresada:
—Uhhhh...
¿Uhhhh? ¿Cómo que "Uhhhh"? ¿Quécoño quería decir con eso? Porque a mí me sonó a: "Hija mía, estás jodida, no vas a dar el pecho en tu puta vida".
Así apoyaban la lactancia materna en nuestro hospital, y mi visita al museo de los horrores se prolongaría durante tres días.
Otra diferencia con los relatos de partos que había leído, sobre todo con los de partos en casa, es que las profesionales que acompañaban a las mujeres no se marchaban hasta comprobar que el bebé, de hecho, mamaba correctamente. En nuestro hospital (que, según mi matrona, se jactaba de promover la lactancia materna), nadie comprobó nada: salieron huyendo, agotados tras atender EL ÚNICO PARTO DE LA NOCHE, y no volvieron hasta dos horas después.
Se supone que, en esas dos horas de piel con piel, ocurre la magia. Pero hasta la magia más hermosa tiene sus límites. Porque mi hija reptó, a pesar de los trapos que la cubrían, a pesar de la impericia de sus madres, y alcanzó el pezón y empezó a mamar. Y entonces, por primera vez en mi vida, sentí esa fuerza prendida a mi pecho... Y ME HORRORICÉ. ¿Aquello era dar de mamar? ¿Esa sensación penetrante de tener una sanguijuela sorbiéndote las tetas? No, no podía ser. Algo tenía que estar mal, algo no funcionaba. Porque, ya lo decía el libro: DAR DE MAMAR NO DEBE DOLER.
En esos momentos de terror primerizo, me habría venido de perlas que una matrona me hubiera ayudado a incorporarme (¿era siquiera posible, con los siete puntos que me había costado el parto?), mostrándome una postura correcta y, sobre todo, dándome el apoyo moral que requería esa primera experiencia. Al menos, en vez de salir corriendo, y conociendo el estado en que me dejaban, podían haberme ofrecido ayuda, o haberme visitado discretamente, no sé, a la hora. En ausencia de todo ello, agotada como estaba, incapaz de soportar un nuevo revés en forma de dolor, me limité a desenganchar a mi hija del pecho, porque seguro que no se había enganchado bien. Porque dar de mamar no debe doler.
Lo intentamos muchas veces. Mi hija reptaba, se enganchaba... y yo flipaba. Mil ideas acudían a mi mente: no podía dar de mamar tumbada boca arriba, mis tetas apenas sobresalían, no podía sujetarla. Y no podía moverme. Y mi hija era fuerte, pero también recién nacida. Y tendría frío. Sí, se iba a quedar helada. Así que, al final, decidí dejar de intentarlo, y preferí centrarme en abrazarla.
Cuando volvió a aparecer una enfermera, se limitó a preguntarme: "¿Se ha enganchado?". Yo respondí que no y, entonces, recibí un comentario que volvería a escuchar muchas más veces mientras estuve ingresada:
—Uhhhh...
¿Uhhhh? ¿Cómo que "Uhhhh"? ¿Qué
Así apoyaban la lactancia materna en nuestro hospital, y mi visita al museo de los horrores se prolongaría durante tres días.
9 comentarios:
Qué pena me da tu relato, de verdad! Qué horror que haya madres y niños que tienen que experimentar esto todavía en pleno siglo XXI. A mí con Renacuajo me vino una matrona al poco de sacarme de paritorio y me ayudó a colocármelo hasta que ambos estuvimos a gusto. Aún recuerdo su cara y su amabilidad 5 años después. Fue un ángel para nosotros. Enhorabuena otra vez por haber sacado adelante vuestra lactancia con todo tan en contra, eres una campeona!
En serio no quieres mandar tu relato(aunque sea anónimo) a la dirección de este Hospital, a lo mejor mueves alguna conciencia y no le pasara a alguna otra mujer. Para ti y tu familia ya no se puede cambiar nada, has sufrido y has salido adelante. Pero quizás puedas ayudar a otros, o mandar tu relato a la pagina "El parto es nuestro", yo me informe mucho allí, aunque no te puedes preparar para todo.
En mi caso matronas amables, niño prematuro que no se engancha(no se engancho jamas), cambios de turnos y el pediatra que me mete biberón con la frase "No te preocupes, es que estas matronas son unos talibanes de la lactancia". Me duele que nadie me dijo que usara una pipeta, quizás es resultado fuera el mismo y hubiese seguido sin engancharse, pero al menos no hubiera hecho bien..
"pero al menos LO hubiera hecho bien.."
La lactancia no tiene MUY POCA importancia en los hospitales, yo sabia que el bebe sera prematuro, en las clases privadas de preparación del parto me dieron un librito ya que la lactancia empieza de forma diferente, pero cuando nace así es como que le quitan importancia. A sumar gramos y si es formula o materna es irrelevante, PERO sin en prematuros en AUN mas importante! La rabia que me da es que en el librito si que ponía lo de la pipeta y tenia ademas la cuchara de solicona especial. Pero cuando el pediatra de dice que bibe y hay que sumar gramos que sino te lo meten en la incubadora, te haces pequeña e insignificante y dejas todo lo aprendido al lado y escuchas al "Dios " pediatra que lo sabe todo.
Te puedes creer que en aquellos momento estaba segura que la formula "para bajo peso" es mejor que mi leche (las dos se los daba en bibe). Tan informada iba y como me lo han colado..es impresionante lo vulnerables que somos en aquel momento..
Maria
Gracias, guapa, y enhorabuena por lo que comentas, me alegra saber que otras experiencias son posibles porque, cuando me pasó a mí, me parecía de lo más normal. Hasta que no pasa el tiempo y no lo procesas, no llega la rabia y el entender qué has vivido en realidad...
¡Hola María! No sabía que tu pequeño fue prematuro... Me ha gustado mucho lo que escribes al final, estoy 100% de acuerdo, porque muchas veces me he preguntado por qué actué como lo hice, tan dócil, tan callada, con todo lo que había leído y lo empoderada que me creía... Y sí, es porque la vulnerabilidad del momento es impresionante, y el sistema está pensado para aprovecharse de ella.
No descarto denunciar o lo que haga falta, pero aún necesito procesarlo. Y es algo que va lento. Escribirme y leerme ayuda mucho, claro. Y también contar con vuestros comentarios, así que muchas gracias. ¡Un abrazo!
Si, pesó 2 kg y lo sabia con tiempo, pero al nacer tuve shock por lo pequeño que era, esto me puso en un estado de vigilancia y estuve sin poder dormir mucho tiempo.
También sufrí depresión post parto, que es otro tema muy feo y doloroso.
Aunque tenia una medica de cabecera maravillosa, una matrona profesional que la detecto, mi pareja informada antes del parto (por casualidad leí sobre el tema en un blog y se lo enseñe), no lograron ayudarme. Los antidepresivos que me pautaron me sentaban mal y no eran compatibles con los cuidados de un bebe (imagínate ademas prematuro sin engancharse y sin coger bien ni el bibe, cuando cada gramo contaba). Los psiquiatras del seguro de vacaciones, las citas te las daban en un mes. Cogí cita y después la anule, parecía que mejoraba , pero no(ademas tampoco quería que me viera un psiquiatra, reconocía que no estaba bien, pero dudaba..). La pesadilla duro 6 meses , de allí empece a mejorar, pero empeoraron las migrañas.. Al final ahora me tomo un antidepresivo para prevención de migraña que me sienta fenomenal.
De todo lo que pase en estos 7 años de tratamientos lo peor con creces fue la depresión post parto. Me perdí los primeros meses de mi bebe, literalmente desde el primero casi al tercero, no los recuerdo..
Pero ahora de maravilla, ahora empiezo a sentir que soy MAMA, ahora conecto con mi hijo y estoy muy, muy feliz!
Maria
Jo, María, qué experiencia... Leerte me ha puesto los pelos de punta, ¡lo siento tanto...! La depresión postparto es espeluznante...
Por suerte, gracias a tu esfuerzo y a los cuidados recibidos (que no siempre se tienen), ahora puedes disfrutar de tu maternidad. Nadie debería sufrir tanto por algo tan natural, pero en tu caso, ¡te lo has ganado!
¡Te mando un abrazo muy, muy fuerte!
Remedios,hay alguna otra forma de ponerme en contacto contigo? Quiero hacerme el tratamiento de adopción de embriones y tú opinión me importa mucho.un saludo
Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, mi nombre es Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un curar incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor entorno, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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