Nuestro último tratamiento fue psicológicamente devastador para mí. No solo por su resultado, que también, sino por la montaña rusa de emociones a la que me vi expuesta antes incluso de empezar la betaespera.
Evidentemente, todos los tratamientos son intensos desde el punto de vista emocional, pero he de confesar que el vértigo de este último me pilló por sorpresa. Entiendo que, en el fondo, una parte de mí estaba "demasiado" tranquila: era un tratamiento muy sencillo desde el punto de vista físico y estaba convencida de que iba a funcionar. No había contemplado ni remotamente el aterrador despertar de la bestia en mi interior.
Pero despertó. Y fue un suplicio. Había días en que me sentía hundida, días en que solo quería salir corriendo, días (y noches, muchas noches) en que el viento de mi desgracia arrasaba con todo. Y me culpaba por ello. Y me decía cosas horribles por no poder permanecer positiva y en calma. Y lo único que lograba es que la bestia se hiciera más y más poderosa.
Apenas me soportaba a mí misma, así que mucho menos soportaba las insistentes preguntas de Alma: "¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa?". "¡Qué me va a pasar!", pensaba. "Que mi vida es una puta basura, que no soporto el yugo de las hormonas, que no quiero pasar miedo, que no quiero ser desgraciada, que estoy hasta las mismísimas de este abuso existencial". Y así, un día tras otro. No fue bueno para mí y tampoco lo fue para nuestra relación.
La parte positiva es que de cualquier experiencia se puede obtener una enseñanza, y yo he aprendido que no quiero repetir el mismo error. Mi estabilidad emocional ya no es lo que era después de tres años de peregrinaje en reproducción asistida, y no quiero que esto repercuta, además, en mi relación con Alma. Por eso, desde el primer momento, he tenido claro que el próximo tratamiento lo haré con apoyo psicológico.
Así que, aprovechando que ya nos tocaba pedir cita con la ginecóloga de la clínica, pregunté por el servicio de atención psicológica. En nuestra clínica, este servicio es gratuito, uno de los detalles que nos hizo decantarnos por ella. Me explicaron que la psicóloga se pondría en contacto conmigo, y la verdad es que no tardó en hacerlo. También pude conseguir una cita muy rápido, y tengo que decir que la experiencia fue estupenda.
Durante estos tres años, son muchas las personas que me han aconsejado hacer algún tipo de terapia. Y para mí ha sido muy difícil explicar por qué yo sentía que no la necesitaba. Pasar por momentos de incertidumbre, decepción, tristeza o duelo forma parte del proceso natural de la vida y no requiere tratamiento mientras se viva de una manera constructiva. Solo a partir del punto en que estas situaciones afectan a tu estabilidad de manera profunda y continuada, impidiéndote sacar adelante tu rutina o tus proyectos vitales, es necesario trabajar sobre ellas.
Lo sé porque lo he vivido. Yo he vivido situaciones de incertidumbre, decepción, tristeza y duelo de una manera destructiva, que terminaron por postrarme en una cama de la que me daba igual no volver a salir nunca. Y, en esos momentos, supe pedir ayuda, aprovecharla y recuperar el control sobre mi vida.
Entiendo el consejo, de todas formas. Entiendo que, ante una situación de machaque existencial como la que yo estoy viviendo, la gente se queda sin palabras, y mandarte a terapia es una manera de decir: "Lo que me cuentas es una putada, pero no sé cómo ayudarte, aunque me encantaría". Bien, pero inadecuado.
Lo que sí había echado de menos durante este tiempo es tener una charla como la que tuve con esta psicóloga el otro día. Una conversación con alguien que sepa del tema (y esto es MUY importante), que me diera un poco de aire y me permitiera recolocar algunos engranajes que se habían salido del sitio, además de engrasarme la maquinaria emocional con algunos consejos para sufrir algo menos durante el próximo tratamiento (pero no para no sufrir, porque, según sus palabras, si alguien no lo pasa mal en reproducción asistida, ahí es cuando hay que preocuparse).
Salí de la consulta renovada, con la tranquilidad de haber encontrado una buena profesional en la que confiar siempre que lo necesitase (no como la timadora de la primera clínica), sintiéndome más segura de mis decisiones y con una lista bien larga de buenas ideas para no perder la cabeza durante el próximo tratamiento.
La verdad es que, aunque solo fueron cincuenta minutos, escribir sobre los temas que tratamos me va a llevar más de una entrada :)
Así que, aprovechando que ya nos tocaba pedir cita con la ginecóloga de la clínica, pregunté por el servicio de atención psicológica. En nuestra clínica, este servicio es gratuito, uno de los detalles que nos hizo decantarnos por ella. Me explicaron que la psicóloga se pondría en contacto conmigo, y la verdad es que no tardó en hacerlo. También pude conseguir una cita muy rápido, y tengo que decir que la experiencia fue estupenda.
Durante estos tres años, son muchas las personas que me han aconsejado hacer algún tipo de terapia. Y para mí ha sido muy difícil explicar por qué yo sentía que no la necesitaba. Pasar por momentos de incertidumbre, decepción, tristeza o duelo forma parte del proceso natural de la vida y no requiere tratamiento mientras se viva de una manera constructiva. Solo a partir del punto en que estas situaciones afectan a tu estabilidad de manera profunda y continuada, impidiéndote sacar adelante tu rutina o tus proyectos vitales, es necesario trabajar sobre ellas.
Lo sé porque lo he vivido. Yo he vivido situaciones de incertidumbre, decepción, tristeza y duelo de una manera destructiva, que terminaron por postrarme en una cama de la que me daba igual no volver a salir nunca. Y, en esos momentos, supe pedir ayuda, aprovecharla y recuperar el control sobre mi vida.
Entiendo el consejo, de todas formas. Entiendo que, ante una situación de machaque existencial como la que yo estoy viviendo, la gente se queda sin palabras, y mandarte a terapia es una manera de decir: "Lo que me cuentas es una putada, pero no sé cómo ayudarte, aunque me encantaría". Bien, pero inadecuado.
Lo que sí había echado de menos durante este tiempo es tener una charla como la que tuve con esta psicóloga el otro día. Una conversación con alguien que sepa del tema (y esto es MUY importante), que me diera un poco de aire y me permitiera recolocar algunos engranajes que se habían salido del sitio, además de engrasarme la maquinaria emocional con algunos consejos para sufrir algo menos durante el próximo tratamiento (pero no para no sufrir, porque, según sus palabras, si alguien no lo pasa mal en reproducción asistida, ahí es cuando hay que preocuparse).
Salí de la consulta renovada, con la tranquilidad de haber encontrado una buena profesional en la que confiar siempre que lo necesitase (no como la timadora de la primera clínica), sintiéndome más segura de mis decisiones y con una lista bien larga de buenas ideas para no perder la cabeza durante el próximo tratamiento.
La verdad es que, aunque solo fueron cincuenta minutos, escribir sobre los temas que tratamos me va a llevar más de una entrada :)
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