Cuando empecé la aventura de la reproducción asistida, pasaba muchos días (y muchísimas noches) calculando. Pensaba cosas como: "Si me viene la regla este día, podré hacerme la prueba este mes, así que la inseminación será el mes siguiente, y si me quedo embarazada, nuestro bebé nacerá no-sé-cuándo. Pero si no me viene la regla, entonces no llegaré a la prueba, por lo que habrá que retrasarlo todo un mes, y entonces...".
Hoy me parece increíble la cantidad de tiempo que pude emplear en calcular de esa forma acontecimientos que no dependían de mí: cuándo me venía la regla, cómo sincronizarla con los días en que el centro de salud o el hospital hacía no-sé-qué-pruebas, cuándo me iba a quedar embarazada y para qué momento esperaría a mi bebé. Aunque supongo que, tal vez, calculaba precisamente por eso: porque nada dependía de mí, porque no podía hacer nada para adelantar, sincronizar o hacer que las cosas que deseaba ocurrieran; así que entretenía mi mente en lo que único en que sí podía contribuir de alguna manera, que era calcular.
Ironías de la vida, aunque ahora me parece ridículo andar obsesionada con las fechas en las que te viene la regla, he vuelto a calcular. Y mi flujo de conciencia va más o menos así: "Si el Instituto del Menor convoca tres o cuatro reuniones al año, y en cada reunión llaman a unas treinta personas, entonces tendremos que esperar más de cuatro años para que nos llamen por primera vez. Pero si la última vez tardaron seis años en llamar a más de mil quinientas personas y solo hubo trescientas asignaciones, quizás en un par de años la lista empiece a correr...".
Supongo que ambos procesos tienen en común algo muy positivo: la ilusión. Si calculo es porque tengo ganas, porque albergo una esperanza, porque siento que algo bueno está por venir.
Afortunadamente, una puede tropezar dos veces en la misma piedra, pero no tropieza dos veces igual. Este camino me ha enseñado a relativizar el tiempo, y ya no sufro una agonía inenarrable por posponer las cosas un mes.
Hoy creo que la perspectiva correcta no es aquella que observa el futuro con la estrechez mental de un catalejo, sino la que se abre a una panorámica de la propia vida, donde el tiempo adquiere una dimensión más equilibrada y los procesos recuperan su sentido.
Lo importante es que las cosas lleguen mientras una todavía esté dispuesta a acogerlas en su vida. Nada más.
2 comentarios:
Me siento muy identificada con muchas de las cosas que decís en tus entradas,que además decís de una forma hermosa, muy poética.
Poner las cosas en perspectiva es un gran ejercicio, que muchas veces nos evita caer en la desesperación.
Beso enorme!
Muchas gracias, guapa, yo también te leo con mucho gusto :D
La verdad es que, cuanto más tiempo pasa, más perspectiva coges y la angustia se hace menor. ¡Es paradójico! ¡Un mes angustia más que una año!
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