Antes de comenzar un tratamiento de reproducción asistida, las mujeres debemos someternos a unas pruebas de diagnóstico para que en la clínica puedan valorar cuál es el procedimiento que más nos conviene.
Algunas de estas pruebas son comunes para las dos futuras mamás: se trata de un análisis de sangre y de dos cultivos. El primero incluye una serología, que sirve para descartar algunas enfermedades que podrían afectar al embarazo (VIH, hepatitis, varicela, rubeola, toxoplasmosis, etc.). En el caso de los cultivos, se toman muestras de la vagina (con un palillo que lleva un algodoncito en la punta) y del cuello del útero (utilizando nuestro bienamado espéculo, y después, el mismo algodoncito), también con el objetivo de descartar enfermedades (gonorrea, clamidia, hongos, etc.). La madre no gestante debe hacerse estas pruebas para evitar posibles contagios, ya que la mayoría de estas enfermedades son infecciosas.
Otras pruebas solo debe hacérselas la futura madre gestante: una revisión ginecológica completa (que incluya una citología y una exploración de mama) y un análisis para determinar el grupo sanguíneo (necesario para seleccionar un donante compatible y que puede ser incluido en el análisis anterior; si tú ya conoces tu grupo sanguíneo y puedes demostrarlo, como era mi caso, no necesitas comprobarlo de nuevo).
El objetivo de estas primeras pruebas es comprobar la salud ginecológica de las futuras madres y, en general, no tienen ninguna complicación. En nuestras clínica, además, nos animaron a intentar realizarlas a través de la Sanidad Pública: este fue un detalle que valoramos muchísimo, porque a nosotras no se nos había pasado por la cabeza que pudiera ser posible y, además, no teníamos intención de hacernos un seguro privado. Así que fuimos cada una a nuestro médico de cabecera y les explicamos nuestra situación, con la fortuna de que ambos, que son dos médicos distintos de dos lugares diferentes, accedieron a realizarnos todas las pruebas sin ponernos ninguna traba. En realidad, no creo que puedan negarse, puesto que todo son pruebas rutinarias que cubre la Seguridad Social; pero supongo que, si explicas el motivo por el cual quieres hacértelas, como fue nuestro caso, puede surgir alguna suspicacia.
Estos nos permitió ahorrarnos un buen pico (algo nada desdeñable cuando empiezas a dispensar tus ahorros en billetes de 500) y sentirnos algo más acogidas en un sistema que, aunque sostenemos con nuestros impuestos, se da el lujo de excluirnos. Sin embargo, tampoco se deben esperar milagros en la Sanidad Pública: si una está dispuesta a confiar en ellos para hacerse estas pruebas (y es algo que recomiendo), también debe armarse de paciencia para soportar que se demoren varios meses y que te armen algunos ciscos. En mi caso, me dieron dos citas diferentes para la citología y los cultivos, lo que implicó que tuviera que faltar dos días al trabajo y (algo todavía peor) que tuviera que enfrentarme dos veces al espéculo (el cual, en las manos de mi matrona-samurái, se convierte en una katana dispuesta a abrirte en canal por lo más íntimo).
Todas estas pruebas pertenecen a la categoría de aquellas que cualquier padre o madre responsable debería hacerse antes de intentar tener un hijo biológico. Sin embargo, es bien sabido que la mayoría no se las hace, y verse obligada a ello puede generar cierto malestar. En nuestro caso, Alma refunfuñó bastante ante la perspectiva de tener que hacerse sus pruebas, sobre todo el análisis, puesto que no contaba con ello (¡y los odia!); así que preguntamos en nuestra clínica sobre su obligatoriedad. La doctora nos explicó que eran pruebas exigidas por ley, sin las cuales no podíamos acceder a los tratamientos. Lo cierto es que últimamente he estado investigando sobre las leyes que supuestamente exigen estas pruebas, pero no he podido encontrar ningún listado concreto.
En cualquier caso, considero que estas pruebas podrían ser recomendadas, pero no exigidas, ya que, en principio y con excepción del grupo sanguíneo, no forman parte de un diagnóstico de fertilidad. Además, todas las que tienen que ver con enfermedades infecciosas son realizadas a la madre gestante una vez que se confirma el embarazo, lo que probablemente conlleve una duplicidad. Personalmente, no me importaría volver a hacerme un análisis; donde no me van a encontrar va a ser frente al espéculo de mi matrona-samurái, eso lo garantizo.
En cualquier caso, considero que estas pruebas podrían ser recomendadas, pero no exigidas, ya que, en principio y con excepción del grupo sanguíneo, no forman parte de un diagnóstico de fertilidad. Además, todas las que tienen que ver con enfermedades infecciosas son realizadas a la madre gestante una vez que se confirma el embarazo, lo que probablemente conlleve una duplicidad. Personalmente, no me importaría volver a hacerme un análisis; donde no me van a encontrar va a ser frente al espéculo de mi matrona-samurái, eso lo garantizo.
Dejando de lado estos detalles (que no me parecen menores), he de decir que estas primeras pruebas tienen incluso su lado jocoso, o al menos nosotras se lo encontramos. Sobre todo porque, como era de esperar, salieron todas bien:
– Cariño, tengo que decirte una cosa que quizá te sorprenda. ¡No tengo gonorrea!
Las pruebas chungas, las que verdaderamente te estresan y te hacen dudar de tu capacidad de seguir adelante, son las otras.
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