sábado, 29 de agosto de 2015

Estimulación



Y llegó el momento de empezar con los pinchazos.

Esta vez comenzamos con una dosis de 100 Ul, justamente la que yo pensaba que sería adecuada en mi primera FIV. Esta pauta me puso muy contenta y aumentó mi sensación de que en este intento las cosas podían ir mejor. 

No obstante, después de cinco días pinchándome, fuimos a revisión y no se veía ningún folículo, exactamente igual que me pasó la primera vez. Yo ya me lo imaginaba, porque no notaba demasiado "movimiento" en los ovarios; aunque la doctora consideró que la cosa no iba nada mal. Y la verdad es que, al contrario que la vez anterior, me lo tomé bastante bien: solo me preocupaba que me volvieran a duplicar la dosis otra vez.

Pero no fue así: me subieron a 125 Ul y, dos días después, ya teníamos siete folículos de entre 10 y 13 mm asomando. Si bien eran menos que la otra vez, yo seguía muy optimista, segura de que pronto habría más y que, en cualquier caso, siete podía ser un buen número si la calidad de los óvulos era buena.

El chasco llegó tres días después, cuando vimos que solo cuatro folículos habían crecido lo suficiente (18-19 mm), mientras que los demás se estaban quedado atrás. Nuestra doctora seguía muy contenta, porque decía que la estimulación estaba siendo mucho más controlada que la otra vez. Sin embargo, para mí fue un palo enorme.

No sé qué me pasó, pero aquel fue el peor día de todo el tratamiento. Pensé que, si se repetía la progresión de la vez anterior, tendríamos suerte si llegábamos a conseguir un solo embrión. Una vocecita en mi conciencia me repetía, muy bajito, que con un solo embrión es suficiente. Pero a mí no me convencía. Después de todo el dinero gastado, de todo el esfuerzo físico, necesitaba tener más de una oportunidad. Aunque no sirviera para nada; aunque, como la primera vez, el primer embrión fuera el único que saliera realmente adelante.

El caso es que me pasé todo el día hundida, con la mente llena de pensamientos pesimistas y el cuerpo rebosante de ganas de abandonar. No solo el tratamiento, sino todo. La vida, qué sé yo (!).

Al día siguiente me arrastré hasta la consulta para descubrir que ya teníamos cinco folículos preparados (de entre 18 y 21 mm) y tres más con posibilidades (de 16 mm). Aquello me dejó mucho más tranquila, y consiguió que saliera del infierno emocional en el que había entrado.

La mala noticia fue que mi ovario derecho había hiperestimulado. Mientras en el izquierdo solo había cinco folículos (dos grandes, uno mediano y dos pequeños), en el derecho había más de doce (tres grandes, dos medianos y un porrón de pequeños). Esto fue bastante curioso porque, durante todos los controles, el ovario derecho era el que tenía menos folículos. Y, de reprente, ¡bum! Se llenó. 

Esta diferencia entre los dos ovarios me ha permitido comprobar que no se lleva igual una FIV cuando hay hiperestimulación que cuando no la hay. Si bien los folículos pequeños no sirven para nada en términos reproductivos, aumentan mucho el tamaño del ovario y duelen. La diferencia entre un lado y el otro de mi tripa es evidente: mientras que el lado derecho me tira y pincha como la otra vez, en el lado izquierdo es como si no hubiera pasado prácticamente nada.

Esta descompensación me ha hecho quedarme más tranquila sobre mi malestar durante la primera FIV. Aquella vez lo pasé tan mal, tuve tantos dolores y me sentí tan imbécil... Había leído muchas experiencias de FIV y a nadie parecía haberle pasado lo que a mí. Pero claro, casi todos los casos que conocía eran de chicas con baja respuesta ovárica, que conseguían 3 o 4 folículos y se recuperaban rapidísimo. En esta ocasión ya me ha quedado claro que la experiencia no es igual (no podía serlo, pero ahora lo he comprobado en mis carnes) cuando una lleva más de veinte folículos en total, como me pasó a mí.

Y aunque la progresión de mis estrógenos había sido muy armónica y estaban en niveles que incluso se podían considerar bajos, el último día, como resultado de la hiperestimulación del ovario derecho, doblaron su cantidad. Esto me pone, paradójicamente, en una situación de mayor riesgo de sufrir SHO que la otra vez, a pesar de que la cantidad total de estrógenos sea bastante menor (!!).

sábado, 22 de agosto de 2015

Control de reposo ovárico



Aunque la doctora nos había dicho que, si teníamos mucha prisa, podíamos seguir el protocolo corto para la segunda FIV, finalmente decidimos volver a intentarlo con el protocolo largo, y así tratar de optimizar la respuesta de mis ovarios.

Esta vez tomé la píldora durante 28 días, para cuadrar el tratamiento entre las vacaciones de la doctora y el comienzo de las clases, que para nosotras es un periodo de trabajo muy intenso. Y la verdad es que me sentó tan bien que no me habría importado seguirla tomando unos cuantos mesecitos (!).

Al principio no, claro. Al principio sufrí unos dolores de cabeza terribles, que es la forma que tiene mi cuerpo de quejarse cuando le meto hormonas que no le gustan. Pasé cuatro tardes paralizada por el dolor, que no me permite hacer más que cerrar los ojos y lamentarme; pero después ya no me volvió a ocurrir, y todas las molestias que tuve fueron dolores de cabeza muy leves y dolores de pecho muy graves, aunque conocidos y esperados :)

Una de las mejoras que noté enseguida es que no tuve manchados durante el tratamiento, lo cual me sorprendió gratamente. En la primera FIV, los tuve durante toda la segunda semana, y aunque el prospecto decía que era de lo más normal, a mí me mosqueaban bastante.

Otra reacción positiva ha sido el efecto que ha tenido la píldora sobre mi acné. En la primera FIV, me consolaba pensando que, al menos, la píldora mejoraría mi piel; pero ocurrió al revés. Ya me había pasado en los dos tratamientos que seguí para el SOP: normalmente, los síntomas dermatológicos se exacerbaban durante los primeros meses, para después ir remitiendo hasta normalizarse.

Sin embargo, esta vez solo noté el efecto rebote durante un par de semanas. Después, el acné fue mejorando hasta desaparecer casi completamente; algo que, en los tratamientos anteriores, me habría costado al menos seis meses. No puedo dejar de relacionar estos cambios con la metformina, cuyo uso durante más de un año ha logrado ya muchas mejoras evidentes en mi salud.

Tres días antes de dejar la píldora, empecé con la inhalación de nafarelina, una hormona que inhibe el funcionamiento del hipotálamo para evitar reacciones hormonales "independientes" durante el tratamiento (como la ovulación espontánea). En la primera FIV, mantuve una lucha titánica con el dichoso inhalador, aunque después conseguí hacerme con él. Esta vez, la experiencia me ha ayudado a utilizarlo correctamente desde el principio, aunque he tenido que lidiar con mocos y estornudos hasta el punto de tomar una dosis doble en alguna ocasión, porque no me fiaba de que la dosis no hubiera acabado en el suelo después de salir disparada de mi nariz. Los efectos secundarios han sido similares a la otra vez: sofocos muy intensos y una ligera caída del cabello (¡horror!).

Después de una regla irrisoria, llegamos al control de reposo ovárico. 
Y la doctora nos dijo que todo estaba bien.

martes, 18 de agosto de 2015

El pastillero

Para bajar la homocisteína y regular la coagulación, nuestra doctora de la clínica me prescribió tres pastillas: ácido acetilsalicílico 100 mg, ácido fólico masivo (7,5 mg) y un complejo vitamínico del grupo B, que incluye B1, B6 y B12.

(Disculpad que no ponga las marcas comerciales, algunas muy conocidas; pero es que me parece que las farmacéuticas ya se lucran bastante con nuestras desgracias como para encima hacerles publicidad gratuita. En cualquier caso, si alguien quiere información más concreta, puede dejarme un comentario).

La doctora me lo vendió como la cosa más fácil del mundo: sustituyes el ácido fólico que tomas normalmente por estas tres pastillas y ya está.

No tenía ni que despeinarme.

El problema es que esas tres pastillas, sumadas al hierro, los dos comprimidos de metformina y la píldora para el reposo ovárico, hacen un total de siete pastillas. Por si eso fuera poco, resulta que el ácido fólico masivo es incompatible con el hierro, como también lo son el complejo vitamínico y el ácido acetilsalicílico con la metformina.

Entonces entendí que había llegado el momento de rendir homenaje a la gran Maru Pesuggi y comprarme un pastillero. Porque recordar cuándo me tenía que tomar cada pastilla tres veces al día y mantener unos niveles de cordura suficientes para enfrentarme a una segunda FIV... era misión imposible.

Así que, según salimos de la clínica, Alma y yo nos plantamos en el mega-chino de nuestro pueblo y pedimos un pastillero. Pero no una cajita mona, no, ni siquiera uno con siete huecos. ¡Un pastillero profesional! ¡Como el de mi abuelo! 


He de decir que es una de las mejores compras que he hecho en mi vida. Una vez a la semana, me siento con mis chorrocientas cajas de medicamentos y voy llenando huecos según el puzzle que ideé después de leerme los prospectos y descubrir la alegría de las incompatibilidades. UNA VEZ a la semana. El resto de los días, simplemente cojo el pastillero en cada comida y me tomo las pastillas que hay en el hueco. Sin pensar en nada. Además, los compartimentos de cada día pueden extraerse de manera individual, así que, cuando salgo a comer fuera, también puedo llevarme el pastillero en versión reducida.

Claro que, como bien explicaba Maru en su entrada, la cosa no termina con el pastillero. Tengo también el móvil lleno de alarmas para las hormonas que debo inhalar dos veces al día y para la inyección de la tarde. Y es que, si quieres cumplir con el objetivo de estar lo más despejada posible durante un tratamiento, te tienes que buscar unos buenos periféricos para tu cerebro, o de lo contrario, tu cabeza explota. Más cuando sabes que toda esta medicación debe mantener un equilibrio del que depende nada más y nada menos que la existencia y posterior supervivencia de tu bebé.

Parece una locura irrealizable... pero SE PUEDE.

sábado, 15 de agosto de 2015

Estudio de trombofilia



Esta es la prueba clásica dentro del estudio de fallo de implantación (o de abortos de repetición) y una de las que más asusta. No porque sea particularmente dolorosa o extraña (aunque a mí me sacaron ocho tubos de sangre... ¡OCHO!), sino por el presupuesto: más de MIL euros de análisis.

He de decir que, llegados a cierto punto en los tratamientos, no queda otra que seguir adelante o renunciar. Es decir: se me ocurren mil maneras fantásticas de gastarme ese dinero, pero si tiene que ser en un análisis, será; porque la alternativa es abandonar la búsqueda y, para mí, aún no ha llegado ese momento.

No obstante, y como siempre hacemos, Alma y yo preguntamos primero a mi doctora de la Seguridad Social, que siempre procura mandarnos todas las pruebas que están a su alcance. En esta ocasión tampoco nos defraudó, derivándome a Hematología sin ningún inconveniente. Tuve también muchísima suerte al pedir la cita, ya que me la dieron con pocas semanas.

Así que me planté en el hematólogo con el corazón en un puño y la cabeza llena de argumentos para conseguir que me hiciera la prueba. Cuando llegué a la consulta, había también una estudiante de prácticas, cuya presencia creo que fue decisiva para lo que pasó después. 

sábado, 8 de agosto de 2015

Biopsia de endometrio



Una de las pruebas que me han hecho dentro del estudio de fallo de implantación (o de abortos de repetición) es la biopsia de endometrio. Como es bastante frecuente y sé que compartir estas experiencias puede ayudar a otras chicas, he decidido dedicarle una entrada.

El procedimiento para recoger la muestra es similar a cualquier otro que requiera introducir algún instrumento en el útero: espéculo y cánula. Según nos explicó la doctora, esta última es más gruesa que la que utilizan en las transferencias de embriones, por lo que es necesario sedar a algunas mujeres para introducirla. Como la doctora estaba convencida de que no íbamos a encontrar nada raro en mi endometrio, me advirtió de que, si era necesario sedarme, no haríamos la prueba.

He de decir que nunca me he encontrado con ningún problema a la hora de pasar una cánula por el cuello del útero: ni en la histerosalpingografía, ni en las inseminaciones, ni en las transferencias embrionarias. Esta vez no me esperaba nada diferente; aun así, me tomé un ansiolítico para facilitar "el trabajo", siguiendo una recomendación que le hicieron a una amiga antes de hacerse una histerosalpingografía y que a mí me fue muy bien cuando tuve que pasar por ella.

Finalmente, la prueba transcurrió como esperaba. Le pedí a la ginecóloga (que no era mi doctora de reproducción asistida) que utilizase un espéculo pequeño, porque tengo comprobado que ese lo soporto perfectamente, mientras que el normal no me deja ni respirar. Después, levantaron el cuello del útero con una especie de cuchara e introdujeron la cánula. Yo no sentí ningún dolor y ella no tuvo que pelear demasiado; es decir, lo de siempre.

Entonces empezó lo bueno. La toma de la muestra dura solo unos minutos, pero es muy MUY dolorosa. A su lado, la histerosalpingografía es un paseo. La ginecóloga me advirtió de que me dolería como en una regla, pero lo cierto es que me dolió como en una regla HORRIBLE y sin acceso a ningún analgésico.

Con esto no quiero asustar a nadie, simplemente describir mi experiencia. Esta prueba es muy dolorosa, pero también muy breve: en unos minutos extrajeron la muestra y yo pude levantarme por mi propio pie. Al principio me sentí un poco mareada y pasé la tarde dolorida, pero a la mañana siguiente ya me encontraba bien, aunque tuve manchados ligeros durante tres días.

Los resultados de la biopsia fueron normales. Ese día también me hicieron citología, ecografía y exploración de mama, y todo estaba correcto; así que, en términos generales y a pesar de todo... ¡parece que mi aparato reproductor está estupendo!

domingo, 2 de agosto de 2015

Habemus plan



Después de analizar los últimos resultados y ajustar la medicación, 
por fin tenemos fecha para la segunda FIV.

¡Vivaaaa!

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