viernes, 30 de octubre de 2015

Fechas queridas


Estoy días transito fechas muy queridas: se cumple el primer aniversario de mi embarazo. Hace un año que disfrutaba del milagro de haberme quedado embarazada, que trataba de hacerme a la idea de que, contra todo pronóstico, me había pasado a mí. Me daba miedo creérmelo por si algo malo pasaba, pero todavía conservaba la inocencia de preguntarme: ¿qué va a pasar?

He estado recordando los últimos días de la betaespera, esos días en los que sentí que, esta vez sí, iba a tener suerte. Los días precedentes habían transcurrido como en cualquier otro intento, con momentos de esperanza y momentos de desesperación. Pero, al acercarse el día de la beta, mi cuerpo empezó a cambiar. En los ciclos anteriores, que fueron negativos, cualquier síntoma de embarazo provocado por la progesterona disminuía al acercarse este día; pero, esta vez, ocurrió todo lo contrario. Mi pelo y mi piel estaban distintos, la hinchazón que sufría debido al SHO no bajaba, los pechos adquirieron una tonalidad rosada que nunca antes había visto.

También he recordado la llamada. Desde el primer momento, el tono de voz de nuestra doctora me hizo saber que pronunciaría la palabra mágica: "Positivo". Mi reacción, sin embargo, fue muy distinta a la que había esperado. No sentí una alegría desbordante ni me puse a llorar. Ni siquiera pensé en el embrión. La emoción que me embargó fue la de un intenso y liberador alivio. Ya estaba. Ya había acabado la pesadilla. No tendría que volver a la clínica para ver cómo seguíamos. No volvería a pasar por pinchazos, operaciones y otros suplicios. Lo habíamos conseguido.

En aquel momento me culpé mucho por aquella reacción. ¿Por qué mi emoción principal no era la alegría por el embarazo? ¿Cómo podía ser más importante el alivio? Con el tiempo, sin embargo, me he perdonado. He comprendido que, en ese instante tan crítico, emergió todo el malestar que había acumulado durante los tratamientos. Eso no significa que no estuviera contenta o que quisiera menos a nuestro embrión. Lo que demuestra es el gran sufrimiento, físico y psicológico, que conlleva la reproducción asistida.

En estos días, tan parecidos a aquellos, recuerdo también mis momentos secretos. Esos momentos casi mágicos en que, de pronto, recordaba que estaba embarazada. Me veo a mí misma caminando por los pasillos del instituto, riendo en silencio cuando nadie me veía, sintiéndome tan afortunada como una recién enamorada que acaba de descubrir que es correspondida. Recién enamorada: así es exactamente como me sentía.

A veces la gente no entiende cómo, después de una pérdida, te pueden quedar ganas de volver a intentarlo. En mi caso, ese embarazo, aunque breve, me llenó de confianza. Si lo había conseguido una vez, podía volver a lograrlo. Si lo había sentido una vez, podía volver a sentirlo. Y, ahora que había comprobado lo maravilloso que era, no pararía hasta conseguirlo.

Ese efecto tan positivo, sin embargo, se va diluyendo con el tiempo. Aquel embarazo me parece hoy un sueño, algo que apenas me rozó y que, por tanto, no puede volver a pasarme. Me he gastado toda la confianza que me regaló en los descalabros posteriores, y vuelvo a pensarlo como algo imposible, algo que no me puede ocurrir a mí.

Mis lágrimas, suaves y calientes, insisten en desdecirme. 
Fue real. Y puede volver a pasar.
 

domingo, 25 de octubre de 2015

La última FIV


Antes de empezar nuestra segunda FIV, Alma y yo estábamos de acuerdo en que sería la última. Íbamos a realizar este intento en condiciones óptimas: llevaba ya mucho tiempo con la metformina, tomaba también una medicación para prevenir los abortos, nos sentíamos llenas de fuerza, ganas y esperanza, y, encima, estábamos de vacaciones, así que el estrés se reducía al mínimo. Si, con todo eso, la FIV salía mal, entonces tendríamos que entender que mi cuerpo no daba más de sí.

Y eso es precisamente lo que  ha ocurrido. Según nuestra doctora, seguimos dentro de las estadísticas, porque es normal hacer hasta tres FIV para conseguir un embarazo, sin que ello signifique que ocurre algo malo o que es imposible lograrlo. Sin embargo, no estamos dispuestas a enfrentarnos a una tercera FIV tan solo para salirnos de las estadísticas: ya lo hicimos con nuestra cuarta inseminación y no dejo de arrepentirme. Hasta aquí hemos llegado.

El motivo fundamental por el que todavía no hemos conseguido nuestro objetivo es mi SOP. Este trastorno hace que sea prácticamente imposible estimular mis ovarios sin provocar una hiperestimulación, lo cual dificulta el conseguir un número suficiente de óvulos maduros y de calidad en cada ciclo. Con esto debería bastar para explicar lo que ha ocurrido hasta el momento, aunque quizá mis óvulos tengan mala calidad en sí mismos. Mientras que el riesgo de hiperestimulación es casi inevitable en el SOP, la mala calidad ovocitaria ocurre solo en algunos casos: en el mío, parece que el lote viene completo.

Sé que podríamos intentarlo más veces y sé que podría salir bien. A la tercera, a la cuarta, a la quinta. Mi cuerpo va reaccionando mejor a todo el proceso y al menos conseguimos un embrión de buena calidad en cada ciclo. Pero, ¿qué sentido tiene? Nuestros recursos, nuestras fuerzas, nuestro tiempo son limitados. Los embriones, aunque bonitos, o no se implantan o se paran. ¿Es solo cuestión de suerte? Podría ser, pero yo creo que la buena suerte necesita más que un empujoncito, y en nuestro caso, eso pasa por dejar de pedirle peras a mi maltrecho sistema endocrino.

Vamos a tomarnos un tiempo, a descansar, a disfrutar de la vida que sí tenemos, a pensar en nuestras posibilidades y a planear nuestro siguiente asalto. No sé cuál será ni cuándo ocurrirá, aunque sé que tendrá lugar: eso, desde luego. No voy a rendirme, no abandonaré mi sueño de formar una familia, pero sí tendré que asumir que no va a ser cuando ni como suponía.

Mi vida sigue resistiéndose a resultarme sencilla.

lunes, 19 de octubre de 2015

Vestida de otoño


Me siento vestida de otoño.

Las hojas que hasta ahora cubrían mi cuerpo han terminado su ciclo. Pronto empezarán a amarillear y se desprenderán de las ramas, alfombrando poco a poco el suelo. 

Me quedaré desnuda y el frío me encontrará sin abrigo. Pero no tendré miedo. Mis ojos permanecerán abiertos mientras el viento y la nieve adormecen mi cuerpo. La escarcha dibujará en mi rostro la sonrisa de quien sabe que, tras el silencio y la muerte, se fragua una nueva primavera. 

Un día todavía lejano volveré a sentir el cosquilleo que despierte mis raíces. Volveré a notar el hervor de las yemas bajo mi piel. Me cubriré nuevamente de flores y recuperaré la esperanza de combarme bajo el peso de los frutos. 

Eso pienso y eso sé mientras contemplo el cielo; mientras entiendo, con una tristeza infinita, que la lluvia apenas ha empezado a caer.

martes, 6 de octubre de 2015

Un sueño


La otra noche tuve un sueño precioso.

Alma y yo hacíamos una especie de mudanza interior. Teníamos que juntar las dos habitaciones de estudio en una sola. Estábamos en nuestra casa, pero, como suele pasar en los sueños, no era exactamente nuestra casa. Y la habitación elegida para el cuarto común no se parecía a ninguna de las que tenemos: era especialmente luminosa porque estaba llena de ventanas. 

No había que comprar muebles nuevos, todos estaban ya en casa, colocados en otras habitaciones. Y había muchos: dos mesas de estudio, dos sillas de oficina comodísimas, cajoneras... hasta una cómoda. Por momentos, yo me preguntaba de dónde había salido tanto mueble, y me sorprendía al comprobar que había suficientes para llenar todas las paredes (incluso encontraba uno que no cabía en la habitación y lo ponía en el salón).

Para vestir las ventanas, decidimos llevar los estores que teníamos en otras habitaciones. A mí me parecía que iba a ser un desastre, que no pegarían unos con otros y que no se ajustarían a las ventanas. Pero ocurrió todo lo contrario: de repente, teníamos un montón de estores blancos, con una caída preciosa, que se ajustaban perfectamente a las ventanas. Y había para todas, aunque eran muchas y de anchos diferentes. Yo no daba crédito al resultado. ¿De verdad todos esos estores estaban en nuestra casa...?

Fue un sueño de satisfacción, de alegría, de abundancia. Y lo mejor de todo era sentir que, para montar aquella habitación tan estupenda, no habíamos tenido que comprar nada. Todo lo que necesitábamos estaba ya en casa, solo había que cambiarlo de sitio, solo teníamos que llevarlo juntas a esa habitación común.

Al final del sueño, miraba de reojo hacia el pasillo. Porque yo sabía que, si había sido necesario juntar nuestros dos cuartos de estudio en una sola habitación, era porque necesitábamos dejar uno de ellos libre. Sabía también que aquella habitación ya estaba preparada, pero que no debía apresurarme a verla, por más que, a través de la puerta entreabierta, se adivinaran sus muebles.

Saber que esa otra habitación estaba allí me llenó de una secreta confianza.
Aunque todavía no hubiera llegado el momento de utilizarla.

sábado, 3 de octubre de 2015

Y mientras tanto, la vida sigue



Cuando me encuentro mal, me resulta inverosímil que siga amaneciendo. Cada mañana, espero un cataclismo que refleje lo que siento en mi interior, pero la vida se obstina en transcurrir al ritmo de siempre, ignorándome.

Tiene sentido. Si por cada persona que se pusiera a morir la vida colapsara, habríamos durado dos días. Además, por mucho que quiera arrancarme a patadas con el motor que mueve el mundo, es mejor que siga funcionando: tarde o temprano, yo también acabo por subirme al tren.

Ha empezado el curso. Como un buen amigo que te tiende una mano, me ha ayudado a reintegrarme en la rutina. Este año tengo grupos muy estimulantes y cada minuto que dedico a preparar las clases termina mereciendo la pena. Parece que por fin he acumulado la suficiente experiencia como para disfrutar de cierta sensación de control, y aunque tengo mucho que hacer, entiendo que es mejor concentrarse en cosas que van a algún sitio que en los lamentos que me conducen siempre al mismo pozo amargo. 

Es la ventaja de tener un trabajo absorbente. No sabes cómo librarte de él cuando quisieras dedicarle tiempo a tu vida personal, pero si necesitas que te rescate de ti misma, te espera con los brazos abiertos.

No tengo todo lo que quiero, pero tengo mucho de lo que quiero. La vida sigue y yo con ella. 

Y está bien.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...