jueves, 30 de julio de 2015

El mandala azul



Este es el mandala que más tiempo me ha llevado completar.

Empecé a sentir la necesidad del color azul en la betaespera de la FIV. Sin embargo, casi en el mismo momento supe que aquel mandala sería diferente a los anteriores. Todavía no me explico cómo, pero desde el principio tuve claro que llevaría aparejado un aprendizaje liberador, aunque doloroso y profundo.

Esa fue precisamente la razón de que no pudiera empezar a pintarlo durante aquella betaespera. No quería aprender nada, ni mucho menos sufrir. Quería mi positivo, mi embarazo y mi bebé. Así que dejé el proyecto apartado; pero, cuando supe que estaba embarazada, volví a pensar en él.

En ese momento sí sentía la necesidad de una liberación. Ansiaba liberarme del miedo, de la mala experiencia que para mí había sido hasta entonces la reproducción asistida, de toda la negatividad acumulada. Pensaba que el color azul del mandala me permitiría hacer una limpieza espiritual que me ayudaría a disfrutar del embarazo que tanto había esperado. Pero algo me decía que no era esa su función, así que tampoco entonces pude empezarlo.

Cuando perdí el embarazo, pensé: "Ya está, ¿qué más puede ocurrir?". Me pareció el momento ideal para pintarlo. Creía que podría acompañarme en el duelo, que aquella era la lección que debía aprender, que el momento de liberarme de las cargas acumuladas había llegado. Entonces empecé a buscar la forma, pero no lograba decidirme. Me daba miedo lo que el dibujo pudiera significar. Me aterrorizaba pensar que, de alguna manera, el mandala azul terminara simbolizando el fin de mi camino hacia la maternidad.

Tuvo que llegar el segundo aborto, con toda su ansiedad, para que por fin pudiera entender de qué iba aquel mandala, cuál era su significado profundo y por qué pintarlo estaba siendo tan importante para mí.




Finalmente escogí una forma que en el libro se llamaba "Males que hablan". Nunca los escojo por el título, sino por las sensaciones que me transmiten las líneas; pero siempre termina habiendo una conexión entre ambos que no deja de sorprenderme. 

Lo que he terminado por comprender, el aprendizaje que finalmente me ha dado las fuerzas para pintar este mandala, es que todos los contratiempos que he sufrido hasta ahora simplemente tenían que ocurrir. Había empezado esta búsqueda vinculando la maternidad con mis experiencias anteriores, sin entender que, desde siempre, había constituido su propio camino, su propia lucha, relacionada con las demás, pero de manera indirecta. Mis primeros pensamientos, mis emociones, eran muy ingenuos, y aunque hoy me parecen ridículos, no podría haber llegado hasta donde estoy si no hubiera recorrido este camino. Como dice el texto que acompañaba a este mandala: "No tengo la elección de detenerme, hago descubrimientos que nunca habría podido hacer sin este malestar". Ya no pienso en mi experiencia como en una especie de castigo divino o de destino aciago, sino como un desarrollo natural lleno de condiciones racionales: médicas, biológicas, científicas.

Pintar este mandala me ha transmitido mucha paz. Creo que con él, más que con ningún otro, he disfrutado de ese bienestar espiritual que se supone que origina este tipo de arte. Reconozco que empecé a pintar mandalas por el simple placer de colorear, sin esperar iluminaciones de ningún tipo; pero me está sorprendiendo, y muy gratamente, comprobar cómo, de hecho, favorecen una comprensión emocional de las experiencias personales que conlleva alivio, sanación y bienestar. 

En este mandala, además, he utilizado solamente el color azul. En los anteriores, empleé el gris y el negro para resaltar algunos trazos y darles más variedad, pero después, cuando los contemplaba, sentía que, sobre todo en el caso del color negro, había captado muchas emociones negativas. Y me parece adecuado, porque ahí estaban; pero en este caso no las quería presentes. Por ello, algunos adornos que normalmente habría pintado de color negro, los he dejado blancos por dentro, para expresar esa sensación de liberación, de comprensión profunda que creo que simboliza este mandala.

Después de pensar durante tantos meses cómo y cuándo lo pintaría, finalmente lo he completado en unos pocos días. Ahora me siento reconciliada con el pasado, más madura y más sabia, mucho menos ingenua y realmente preparada para continuar.

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