domingo, 19 de octubre de 2014

¿Por qué tengo síntomas de embarazo si no estoy embarazada?



Dicen las malas lenguas que la peor parte de un tratamiento de reproducción asistida es la betaespera, es decir, el periodo que va desde la aplicación de una técnica (inseminación artificial o transferencia de embriones) y la beta o prueba de embarazo. 

Esto era algo que yo no entendía muy bien antes de empezar con mis tratamientos. Es decir, comprendía que no debía de ser fácil esperar entre diez y quince días para saber si estabas embarazada, pero me parecía un tanto exagerado pensar que eso era lo peor del tratamiento, por encima de los pinchazos, de los traumáticos encuentros con el espéculo, o incluso de las pruebas de diagnóstico. En mi inocencia, creía que se trataba simplemente de llenar el tiempo lo máximo posible y tener paciencia.

Y esto es así para la primera parte de la betaespera; en el caso de la inseminación artificial, los primeros cinco o seis días. Durante ese periodo, los espermatozoides realizan el viaje hasta el óvulo, lo fecundan y el cigoto resultante desciende por las trompas de Falopio hasta el útero. No hay ninguna diferencia entre que ocurra todo esto y que, como seguramente me pasó a mí las cuatro veces que lo intenté, no ocurra absolutamente nada. Que tu cuerpo lleve un cigoto flotando o que se haya convertido en un cementerio de espermatozoides da lo mismo.

Al día siguiente de la aplicación de la técnica, debes empezar a medicarte con una hormona llamada progesterona. Normalmente, se presenta en forma de unos comprimidos ovalados muy suavecitos que pueden tomarse por vía oral o introducirse por vía vaginal (a mí esta doble posibilidad siempre me ha hecho sentir como uno de esos gusanos que consisten en un tubo con agujeros en los extremos, y en los que no se sabe muy bien dónde está la boca y dónde el culo). En mi caso, después de las inseminaciones tuve que ponerme un comprimido diario por vía vaginal.

Durante los cinco o seis primeros días, los efectos secundarios de la progesterona fueron siempre los mismos: somnolencia y cierto mareo al cambiar de postura. A mí no se me hicieron nada pesados: en primer lugar, porque, para quienes sufrimos de insomnio, el sueño profundo que provocan es una bendición; y, en segundo lugar, porque ese tipo de mareo en particular es el mismo que te producen los antidepresivos, así que ya me lo conocía. Estos dos efectos secundarios son los únicos que venían en el prospecto, así que, en el primer intento, me auguraba a mí misma una betaespera feliz.

Nada más lejos de la realidad.



A partir del quinto o sexto día de viaje, el cigoto llega al útero y, en ese momento, comienza el proceso de implantación. Para las mujeres que tienen síntomas de embarazo tempranos (que también hay quien no siente nada hasta la primera patada del bebé), es entonces cuando se pueden empezar a notar los primeros cambios.

En todas mis betaesperas el calvario comenzó aquí; claro que fue especialmente duro en la primera, puesto que no imaginaba lo que me iba a ocurrir. Siempre coincidiendo con el quinto o el sexto día, es decir, con el presunto inicio de la implantación, empezaba a sentir un dolor difuso en el útero, parecido a esos que, en un ciclo normal, te recuerdan que la regla está por venir. A los dos o tres días, comenzaban las náuseas, que después se prolongaban casi hasta el final.

Nunca olvidaré la sorpresa y la alegría que me acompañaron durante la primera betaespera. No dejaba de pensar que todo se estaba desarrollando según el calendario: los dolores habían empezado coincidiendo con el momento de la implantanción; las náuseas no estaban ahí antes, pues para cuando empecé a sentirlas ya llevaba una semana de progesterona. Solo podía pasar una cosa: ¡me había quedado embarazada! Tan contenta estaba que hasta tuve la tentación de decírselo a la gente, y me pasaba horas enteras embelesada acariciándome la tripa, sintiéndome completa y feliz.

Al tercer día de náuseas me dio por comprobar si verdaderamente la somnolencia y el mareo eran los únicos síntomas que producía la progesterona. Había leído mil veces el prospecto, pero aun así, no me fiaba. Así que hice una búsqueda en Internet... y descubrí el pastel. La progesterona te provocaba somnolencia y mareo, pero también dolores en el útero y naúseas, además de muchos otros síntomas de embarazo: acidez, salivación, hambre voraz, sed, ganas de ir al baño, aumento de la temperatura basal, hipotermia, humedad vaginal... Y yo los tenía todos.

En todas mis betaesperas recibí el pack completo de síntomas de embarazo, siempre a partir del día en que supuestamente se producía la implantación. Cuando, además, empecé a pincharme para estimular los ovarios, me llegó un dolor de pechos horrible, que era lo único que me faltaba para completar el pack.

Durante este tiempo, hubo quien me sugirió que tal vez estuviera somatizando, pero yo sé que no fue así. Los síntomas me pillaron siempre por sorpresa, por lo que estoy segura de que fueron una reacción de mi cuerpo a la medicación. Además, algunos se extendieron más allá del negativo, lo cual es otra prueba de que no los imaginé.

Después de mi primer negativo, comprendí que todos los síntomas de embarazo que había sentido eran producidos por la progesterona, pero, ¿por qué empezaban cinco o seis días después de la primera toma? ¿Cuál era el motivo de que su desarrollo fuera tan cruel? En el cuarto intento topé por casualidad con un diagrama del desarrollo hormonal durante cada ciclo, y entonces lo entendí:


En la primera parte del ciclo menstrual, la progesterona se mantiene en niveles muy bajos, pero a partir del día de la ovulación comienza a subir, llegando a los niveles más altos durante los días quinto y sexto, es decir, coincidiendo con el día en que el cigoto llega al útero. Nuestro cuerpo, por tanto, se prepara naturalmente para ese momento, y si no recibe ninguna señal de embarazo, los niveles de progesterona vuelven a descender.

Cuando durante todo este periodo te medicas con progesterona, los niveles iniciales están más elevados, así que al comenzar el pico natural de esta hormona, se desencadena un frenesí. La bajada de la progesterona que segrega tu cuerpo es asimismo la causa de que los síntomas de embarazo disminuyan dos o tres días antes de la beta, algo que también me pasó a mí.

Sencillo, ¿verdad? Pues yo me pasé tres betaesperas tirándome de los pelos y preguntándome por qué. No entiendo que esta información no esté más a mano (yo la encontré casualmente y tuve que sacar mis propias conclusiones) y, sobre todo, que en el prospecto de la progesterona vengan solo dos efectos secundarios y no te preparen para lo que se avecina después. ¿Cómo puede ser que el prospecto de la píldora parezca un pergamino egipcio y el de la progesterona no venga si quiera escrito por la parte de atrás? Después nos acusan de estar locas y de obsesionarnos con los síntomas, pero está claro que nadie te ayuda a pasar una betaespera que resulte medianamente racional.

Tras mi experiencia he de decir que sí, que la betaespera es sin duda la peor parte de los tratamientos, porque tienes que llenar tu tiempo y tener paciencia, pero además debes alcanzar el nirvana que te permita mantenerte cuerda mientras sientes que te vomitas, que no puedes dejar de comer, que el estomago te estalla, que tienes los pechos de cristal y que todo esto podría indicar que te has quedado embarazada... o que no. 

Mi respeto para todas las leonas que sufren, además de esto, incomprensión, y la crueldad de un prospecto médico que alguien no terminó de redactar.

4 comentarios:

Amapola dijo...

A mi, más que la progesterona lo que me mata es la doble inyección de gonadotrofina coriónica que nos dan antes de la aspiración de óvulos o de cada inseminación. Llámese pregnyl, gonacor o la marca que uses. Es LA HORMONA DEL EMBARAZO. ¿Cómo no sentirte embarazada? Yo me sentía embarazada incluso antes de la trasnferencia de los embriones. TREMENDO.
Hay que respirar profundo y esperar.
Un beso enorme, linda.

Cigüeña Blanca dijo...

Yo todavía no me he hecho una inseminación artificial ni una in vitro pero sí que he tenido que tomar cápsulas de progesterona alguna vez. Muchos de los ciclos fueron normalitos pero el último... bueno, ya lo conté en mi blog, un desastre. No quiero imaginarme cómo estaría si además hubiera hecho uno de esos tratamientos, me estaría subiendo por las pardes seguro.

Respondiendo a Amapola, yo prefiero la inyección de gonadotrofina con diferencia, ya que en mi caso los efectos secundarios fueron ¡buenos, buenos! La líbido por fin me subió un montón y me sentía enamoradísima de todo, ¡optimismo al 100%!

Bueno, para terminar... ¡mucha suerte con el próximo tratamiento! No pierdas las esperanzas... ¡lo conseguiremos!

¡Un abrazo!

merimeri dijo...

A mi también me dan mareos, sueño, aunque a mi esto me encanta es como tomarte la pastillita para dormir... lo peor es cuando te tienes que tomar tres veces al dia!! ahí ya no hace tanta gracia, jeje.
Tambien me tenía que levantar dos veces por la noche al baño a orinar, y orinaba muy frecuentemente durante el dia... un cooñazo, también me producía nauseas y vomitos sobretodo al final, asi que muy bonito esto de la progesterona jaja.

Para mi lo peor es la incertidumbre, no la espera en si, la incertidumbre cuando te hacen la punción, y hacen la fecundacion... esa llamada que te dicen si han fecundado o no , es terrible!! y mas cuando quieren llevarlo a blasto, pasar 5 días sin tener noticias de nada, porque si se paran en el dia 3 nadie me va a llamar... asi que esa ansiedad que da es malisima... y luego a aforntar la espera hasta la beta cuando te dicen que tu embrion es de mala calidad... pues también es horrible! pero bueno, siempre intento sentirme embarazada en esa espera, porque es el momento mas cercano que estoy de ello!

Un besito!

Anónimo dijo...

Me gusto tu conclusión; “es el momento más cercano que estamos de sentirnos embarazadas”, es mi segunda beta y estoy hecha un nudo, con la progesterona y mis síntomas premenstruales.

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