miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ácido fólico y abortos de repetición

Resultado de imagen de ácido fólico

Nunca olvidaré el momento en que empecé a tomar el ácido fólico.

Era enero de 2014 y, hasta entonces, mi única experiencia con la maternidad era una lista larguísima de consultas médicas y pruebas que tardaría más de tres meses en completar. Me parecía que todas ellas no eran sino obstáculos, barreras que se interponían entre la maternidad y yo. Así que me aferré a aquella caja de ácido fólico como lo único constructivo que me acompañaba en ese camino que tanto me había costado iniciar.

A pesar de ello, la manera en que los médicos se referían al ácido fólico me resultaba ridícula. Recuerdo cómo nuestra doctora, cuando repasábamos la medicación que tenía que tomarme, siempre lo recitaba como un medicamento más. Así aparecía también en los papeles con las instrucciones por escrito que nos daban con cada ciclo. Y si alguna vez se me olvidaba recordarle que entre mis pastillas se encontraba el ácido fólico, apenas disimulaba las ganas de saltar sobre mi yugular.

Y no es que yo no supiera para qué sirve el ácido fólico, no es que no reconociera su importancia en el desarrollo óptimo del embrión. Había leído todo lo que tenía que leer sobre él, estaba concienciadísima sobre sus beneficios y lo tomaba con alegría y responsabilidad. Pero también tenía claro que, al fin y al cabo, el ácido fólico no son más que vitaminas: vitaminas particularmente abundantes en una dieta rica en vegetales que, como suplementos, han estado ausentes de la dieta de las mujeres embarazadas durante la mayor parte de la Historia, sin que por ello hayamos sufrido una hecatombe como especie.

Así que la idolatría que generaba en los médicos no me parecía más que un fetiche.

Con el tiempo, no obstante, he llegado a descubrir que, en determinadas circunstancias, el ácido fólico es, de hecho, un medicamento.



Un metabolismo deficiente de esta vitamina tiene repercusiones directas en los niveles de homocisteína, los cuales, a su vez, constituyen una de las causas más comunes de aborto por su relación con la coagulación. Y no hace falta ser un experto para comprobarlo: la mayor parte de las mujeres que participa en foros de abortos de repetición tiene algún problema relacionado con la homocisteína, casi siempre una mutación del gen que la regula (el famoso MTHFR) y que hace absolutamente necesaria la medicación.

Mientras que para la población general la toma de ácido fólico ante un embarazo no deja de ser un porsiacaso, para las mujeres que hemos sufrido varios abortos se convierte en un mástevale. Sin embargo, no es tan sencillo como parece, ya que, cuando el cuerpo no metaboliza bien una vitamina, no la metaboliza bien por mucho que te empeñes. Esto quiere decir que hincharse a ácido fólico no va resolver un problema de hiperhomocisteinemia  (homocisteína elevada) así lo tomes durante siglos.

Y para muestra, un botón: cuando a mí me hicieron los primeros análisis de homocisteína, me valoraron también el ácido fólico. Pues bien, resulta que en un momento en el que mi homocisteína estaba a 13,6 (casi cuatro puntos por encima del valor apropiado para un embarazo y rozando el límite recomendado para la población general), mis niveles de ácido fólico estaban estupendos (en un rango entre 0 y 3,4, yo tenía... ¡24!). 

Quienes hemos tenido alguna relación con el vegetarianismo, sabemos que los niveles de homocisteína también se elevan cuando hay un déficit de vitamina B12. En mi caso, tomaba suplementos de esta vitamina de vez en cuando (tampoco era regular, para qué negarlo), y por eso escogí un suplemento de ácido fólico que también llevara B12. En estos mismos análisis, los valores de esta vitamina se encontraban, asimismo, dentro de la normalidad (391 en un rango de 211-911).

Por tanto, en mi caso hay cierta sospecha de que la hiperhomocisteinemia esté producida por un metabolismo deficiente del ácido fólico y/o de la vitamina B12. Así lo interpretó nuestra doctora de la primera clínica, que me puso un tratamiento a base de cantidades masivas de estas vitaminas durante la segunda FIV. Desgraciadamente, nunca pudimos comprobar si funcionaba, ya que no me quedé embarazada en ninguna de las dos transferencias embrionarias.

En el último tratamiento, no obstante, me recetaron una caja de ácido fólico masivo antes de la transferencia para prevenir, ya que la homocisteína había bajado a niveles suficientes para el embarazo (7,88), aunque se mantenía por encima del nivel óptimo (que, según he leído últimamente, es 7). Esta circunstancia, no obstante, tampoco pudo evitar que sufriera un nuevo aborto.

Tal vez no fue suficiente, o tal vez necesitaba también vitamina B12, o mis abortos tienen otras causas, o jamás de los jamases lograré llevar un embarazo adelante. No importa. Lo que yo he sacado en claro de estas experiencias es que, para mí, el ácido fólico seguramente SÍ sea un medicamento.

Por eso, y mientras espero los resultados de los últimos análisis y las valoraciones de los diferentes médicos, he decidido ser proactiva y empezar a tomar un suplemento de ácido fólico que mi cuerpo tenga la oportunidad de metabolizar en el peor de los escenarios posibles. No voy a recomendar ninguna marca, pero hay por ahí unas vitaminas para el embarazo en las que la mitad del ácido fólico viene en la forma activa de la vitamina. En principio, esto ayuda a su absorción, así como a la absorción de las otras vitaminas que vienen con ella (varias del grupo B, entre ellas la B12, así como vitamina C, que parece que también está implicada en el dichoso metabolismo).

¿Es esta la solución a todos mis problemas? Evidentemente, no. ¿Se acercan estos suplementos siquiera al tratamiento que te ponen para la hiperhomocisteinemia diagnosticada? Ni por asomo. ¿Es todo lo que puedo hacer ahora mismo? Pues sí. 

Además, es lo que hacen muchas chicas que sufren abortos de repetición y, junto con una buena ristra de otros medicamentos, parece que funciona.

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