Este es el mandala que más tiempo me ha llevado completar.
Empecé a sentir la necesidad del color azul en la betaespera de la FIV. Sin embargo, casi en el mismo momento supe que aquel mandala sería diferente a los anteriores. Todavía no me explico cómo, pero desde el principio tuve claro que llevaría aparejado un aprendizaje liberador, aunque doloroso y profundo.
Esa fue precisamente la razón de que no pudiera empezar a pintarlo durante aquella betaespera. No quería aprender nada, ni mucho menos sufrir. Quería mi positivo, mi embarazo y mi bebé. Así que dejé el proyecto apartado; pero, cuando supe que estaba embarazada, volví a pensar en él.
En ese momento sí sentía la necesidad de una liberación. Ansiaba liberarme del miedo, de la mala experiencia que para mí había sido hasta entonces la reproducción asistida, de toda la negatividad acumulada. Pensaba que el color azul del mandala me permitiría hacer una limpieza espiritual que me ayudaría a disfrutar del embarazo que tanto había esperado. Pero algo me decía que no era esa su función, así que tampoco entonces pude empezarlo.
Cuando perdí el embarazo, pensé: "Ya está, ¿qué más puede ocurrir?". Me pareció el momento ideal para pintarlo. Creía que podría acompañarme en el duelo, que aquella era la lección que debía aprender, que el momento de liberarme de las cargas acumuladas había llegado. Entonces empecé a buscar la forma, pero no lograba decidirme. Me daba miedo lo que el dibujo pudiera significar. Me aterrorizaba pensar que, de alguna manera, el mandala azul terminara simbolizando el fin de mi camino hacia la maternidad.
Tuvo que llegar el segundo aborto, con toda su ansiedad, para que por fin pudiera entender de qué iba aquel mandala, cuál era su significado profundo y por qué pintarlo estaba siendo tan importante para mí.