jueves, 7 de junio de 2018

Revivir el embarazo

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Estoy muy emocionada: se cumple un año de los primeros hitos del embarazo (la última regla, el primer pinchazo de heparina, la transferencia...) y recordarlos me llena de alegría. ¡Es tan placentero echar la vista atrás y revivir esos momentos de incertidumbre, angustia e incluso parálisis emocional desde la certeza presente de que todo iba a salir bien...! Saber, como sé hoy, que aquella regla era la última regla, que aquel pinchazo funcionaría, que uno de los dos embriones que me transfirieron se convertiría en nuestra hija. 

No olvido lo mal que lo pasé; sin embargo, ya mientras lo estaba viviendo era consciente de que la memoria y su máquina del tiempo conseguirían convertirlo en un montón de buenos recuerdos. Y lo sabía porque era algo que me había ocurrido en los anteriores embarazos.

Guardo muchísimos recuerdos hermosos del primero. A veces me asaltan sin que me dé cuenta; otras, soy yo la que, todavía hoy, sale a su encuentro. Ocho semanas dan para un buen puñado de anécdotas, y más cuando el vínculo con el embrión no se ve amenazado por el miedo. 

El segundo y el tercero fueron mucho más breves, pero también dejaron mi memoria poblada de momentos. Recuerdo el cansancio del segundo embarazo, los bostezos, a mi madre exclamando: "¡Pues sí que tienes sueño...!". Recuerdo desabrocharme el botón de los pantalones sentada en el coche, haciendo espacio para aquel SHO ligero, confiada en que algo se movía, en que algo había, aunque fuera poco, aunque no fuera suficiente.

No olvido tampoco aquella tarde en la betaespera de mi tercer embarazo, cuando paseaba junto a Alma y una amiga, y me sentía ahogada e incapaz de seguir su ritmo. El SHO volvió a ser evidente mientras cenábamos, y una segunda raya confirmó mis sospechas a los pocos días. ¡Cómo olvidar la sonrisa de Alma mientras la veíamos aparecer juntas, por primera vez, en la intimidad de nuestro cuarto de baño...!

Así que ahora, ante la perspectiva de revivir un embarazo completo, el embarazo de nuestra querida hija, me siento llena de alegría. Cada aniversario me sabe a triunfo, me llena de paz, me sana las heridas.

Tengo la esperanza de que, cuando el proceso culmine, cuando celebremos el primer cumpleaños de nuestra pequeña, esa tierra de nadie que ahora habito, entre la ansiedad de tantos años de búsqueda y el extrañamiento hacia mi nueva vida, se convierta en ese lugar hermoso que siempre imaginé que sería formar mi propia familia.

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