Hay veces en la vida en que los cambios te arrasan como un tsunami.
Bueno, no sé si "en la vida", pero sí sé que "en mi vida".
Me ocurrió hace tres años. De pronto, mi cotidianidad, mi día a día, dio un giro de 180º. Mi relación con Alma se rompió, empecé a vivir sola y, por si esto fuera poco, me destinaron a un instituto nuevo, con una fama terrible y, por supuesto, en contra de mi voluntad.
Había días en que no daba crédito. Sentía que el suelo que pisaba se iba a hundir de un momento a otro y que yo caería indefinidamente por la madriguera de conejo hasta aterrizar en el "País de las Pesadillas".
Pero entonces entendí que, en caso de "tsunami emocional", más vale aprender a surfear la "gran ola" que dejar que te engulla y te dé mil revolcones antes de vomitar tu cuerpo en la orilla cual despojo de un naufragio.
Podría decir la fecha exacta. Después de pasarme un mes llorando, me dije a mí misma que había llegado el momento de asimilar lo que había ocurrido. Si se habían juntado tantos cambios, sería porque mi vida entera tenía que cambiar. Y de mí dependía convertir en una oportunidad tanto destrozo.
Entonces no sabía lo que iba a pasar, pero estoy convencida de que mi actitud contribuyó a que pasara.
Alma volvió a casa y, no sin esfuerzo, retomamos nuestra relación. Mi nuevo instituto resultó ser el lugar perfecto para seguir desarrollando mi carrera. Y fue precisamente en este contexto en el que iniciamos la aventura de convertirnos en una familia.
Los últimos meses han estado también llenos de cambios. Coincidiendo con nuestras "vacaciones reproductivas", otros aspectos de mi vida se han montado en una catapulta y han cortado la cuerda sin pedirme permiso. La velocidad del viaje ha sido tan vertiginosa que, en algunos momentos, he llorado de incredulidad.
Pero este tsunami no ha hecho más que empezar. En los próximos meses, tanto Alma como yo nos enfrentaremos a cambios laborales (el mío, modesto; el suyo, mucho más radical) que, nuevamente, pondrán patas arriba nuestro día a día.
Sin embargo, hace meses que pienso que tanto cambio en realidad es la manera que tiene la vida (o "mi vida") de poner orden. De sacudirse el polvo, ponerse guapa y salir a bailar.
Y es curioso, porque todos estos cambios no son cosas que yo haga, son cosas que me ocurren; cosas que, en gran medida, están en manos de los demás. Y, sin embargo, siento que hay algo de mí latiendo en el fondo de todo ello, que es algo mío lo que necesita poner orden en el caos exterior para que algo de dentro pueda empezar a funcionar.
En este contexto, claro, no puedo dejar de pensar que nuestro "gran cambio"... también está ahí :)
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