Cuando recibí el último negativo, supe que pasaría mucho tiempo hasta que volviera a intentarlo. Pero no sabía cuánto. ¿Tres meses? ¿Seis meses? ¿Un año...?
Lo cierto es que he pasado seis meses disfrutando de la vida sin reproducción asistida, y al séptimo han vuelto las ganas. Y lo han hecho de una manera rotunda que no me esperaba. De pronto, me he descubierto soñando despierta con tener una inyección rompe-folis en mi nevera. ¡Ay! ¡Qué ganas de volver a abrir la nevera y encontrarme otra vez con la caja blanca y verde...!
¿Es que alguien en su sano juicio puede desear volver a pincharse una dosis de hormonas que te revienta los ovarios a las 36 horas por novena vez?
¡Sí! ¡Yo misma!
Estas ganas han hecho que empezara a ponerme nerviosa por recibir la llamada de la nueva clínica. Cuando nos explicaron el protocolo que seguían para la adopción de embriones, nos dijeron que tardarían entre cuatro y seis meses en llamarnos, y aunque aún no se ha cumplido el plazo, tanto Alma como yo estábamos empezando a volvernos locas con la idea de que no nos hubieran apuntado bien en la lista de espera (¡vaya! ¡qué paranoia más original!) y que la llamada nunca tuviera lugar.
Así que, el otro día, Alma se plantó frente a la mesa donde yo estaba trabajando y, con el teléfono en la mano, me dijo: "Voy a llamar". Y llamó. Y después de unos minutos horribles durante los que estuvo poniendo caras muy raras y yo creí que nuestras peores pesadillas se habían hecho realidad, colgó y me dijo que ya estaban llamando a quienes se habían apuntado en enero, así que a nosotras, que nos apuntamos en febrero, tardarían entre quince días y un mes en llamarnos.
¡Qué alegría nos llevamos...!
A los pocos días, sin embargo, me descubrí echando cuentas y decidiendo que, ahora mismo, me venía muy mal que me llamaran. Huy, no puedo dejar la píldora ahora, que tengo que hacer esto y lo otro. Huy, me viene fatal que hagamos el tratamiento no-sé-cuándo, porque me estropea las vacaciones. Huy, creo que deberíamos dejarlo para después del verano. Huy, sería terrible que coincidiera justo con el principio de curso...
¿Qué me pasaba? ¿Un día deseando ponerme la banderilla y temiendo no estar en la lista y, al día siguiente, inventando mil excusas y agobiándome porque nos llegara el turno?
Después de pensar en ello, me di cuenta de que estaba claro: tenía miedo. Me estaba giñando muchísimo al pensar que estábamos a las puertas de un nuevo tratamiento. Y que este tratamiento, esta técnica, tienen que ser los definitivos o no podré quedarme embarazada.
Entender que tenía miedo me ha dejado muy tranquila. Sé que va a ser un compañero en este viaje, así que no debo sorprenderme ni alarmarme por sentirlo. Tampoco debo evitarlo. Creo que la actitud correcta es reconocer que está ahí, entender por qué y relativizarlo al máximo.
El miedo no es la realidad.
La realidad es que pronto recibiremos una llamada :)
El miedo es muy poderoso, pero hay que convivir con él. Os deseo lo mejor, en algún momento llegará el ansiado positivo,o la maternidad ,sea cual sea la forma. ..nosotras también somos una pareja de chicas que llevamos mucho tiempo en la misma lucha y acabamos de conocer nuestro positivo. .y siempre tuve la sensación de que sería imposible para nosotras, así que mucho ánimo! Enhorabuena por tu blog, me encanta! Mucha suerte!
ResponderEliminar¡Muchas gracias por tu comentario! Y enhorabuena por vuestro positivo. ¡A ver si pronto nosotras también lo conseguimos! :D
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