Recuerdo el año pasado por estas mismas fechas. La memoria es tan intensa que el mundo me parece un inmenso déjà vu, como si el tiempo se hubiera doblado sobre sí mismo y estuviera viviendo en dos momentos a la vez.
Yo quería empezar los tratamientos en marzo. Veía las ramas de los árboles cuajadas de yemas, las primeras flores, sentía la calidez de los rayos del sol, y deseaba lanzarme a fluir con todo ello, dejándome arrastrar por la inmensa ola de vida que parecía estar bañándolo todo.
Pero no fue posible. La histerosalpingografía se retrasó un mes, hubo que repetir los análisis de hormonas al descubrir que mis ovarios eran poliquísticos, y cuando por fin pensé que tendríamos luz verde para la primera inseminación, la doctora nos sorprendió con la noticia de que debía medicarme con metformina durante al menos un mes antes de empezar.
Me sentía como si estuviera perdiendo el tren. La primavera llegaba y yo no podía acompañarla. Para cuando iniciamos los tratamientos, el mundo se había colmado de frutos. Todo rebosaba de vida y yo me había quedado atrás.
Lo bueno que tiene la Naturaleza es que, si esperas lo suficiente, el ciclo siempre vuelve a comenzar. Y esta nueva primavera ha llegado con la promesa de atravesar mi vientre y dejarlo sembrado de alegría.
Nuestro segundo embrión nos espera, mi cuerpo está preparado y marzo me parece un mes estupendo para el deshielo :)
Que bonito! El comienzo de la primavera siempre me ha encantado y también en estos 5 años deseaba y deseaba quedarme embarazada por esta época porque parece que vas al ritmo de la naturaleza... Ojalá la lo consigas!
ResponderEliminarGracias por los buenos deseos... ¡Ojalá que sí! :)
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