Este era el año.
No el 2014, ni el 2015, ni el 2016.
Ni siquiera el 2017.
Este era el año que estrenaría embarazada, muy embarazada de nuestra querida hija.
La Vida, sin embargo, no se resiste a recordarme que hay muchas cosas que no están en mi mano. Que me conviene ser humilde o bien enfrentarme a la desesperación, porque mis planes no suelen cumplirse tal y como yo deseo.
Esperaba pasar estas fechas alternando descanso y actividad. Quería tomarme las cosas con más calma, ahora que he atravesado la barrera de las treinta semanas y ya voy notando el peso del embarazo. Pero también quería disfrutar como no había podido hacerlo durante el último mes largo, ya que tuve que centrarme en el trabajo para dejarlo todo listo antes de pedir la baja.
Me imaginaba organizando algunas cosas en casa, saliendo a hacer compras puntuales para ir teniendo todo listo antes de la llegada de nuestro bebé. Pensaba que habría tiempo para echarme mis buenas siestas y también para seguir asistiendo a mis clases de deportes "premamá", esas que tanto me revitalizaban y tan sana me hacían sentir, además de de darme los largos paseos que me había recomendado la enfermera de Endrocrinología.
Tenía el capricho de vivir estas Navidades "a lo grande". Quería comprar algunos adornos tontos para la casa, cocinar ahora que volvía a tener tiempo, invitar a familiares y amigos, hacernos juntos un montón de fotos como recuerdo de esta experiencia tan maravillosa.
También deseaba disfrutar plenamente de mi relación con Alma, apurar este tiempo que nos queda antes de formar una familia, aliviarla un poco de la carga que lleva desde que me quedé embarazada y ella tuvo que ocuparse de un montón de cosas que yo ya no podía hacer.
Y, por supuesto, esperaba poder escribir muchísimo en mi blog, redactar pronto esas entradas que me condujeran hasta el presente, para poder seguir contado mi embarazo "en directo". Porque las primeras veinte semanas fueron muy intensas, pero después todo ha fluido más tranquilamente.
En vez de todo eso, llevo diez días viviendo entre el sofá y la cama, obligada a permanecer en un reposo relativo que solo me permite veinte minutos diarios de actividad.
Desde que cumplí las veinte semanas de embarazo, venía sintiendo muchas contracciones, sufriendo algunos picos de intensidad que ya me habían preocupado otras veces. Hace unos días, sin embargo, empecé a notarlas mucho más seguidas. Al principio no quise darle importancia, pensaba que con descanso se me pasaría. Después, decidí cronometrarlas, a raíz de intentar salir a dar un paseo tranquilo y tener que volverme a casa a los diez minutos porque, además de notar contracciones, me sentía mareada y con náuseas.
Tuve contracciones intensas cada 45 minutos a lo largo de todo un día, además de otras pequeñas que, en un principio, pensé que me podía estar inventando. Cuando, al día siguiente, me levanté igual, decidimos acercarnos a urgencias. Allí me pusieron monitores y, efectivamente, comprobamos que llegaba a sentir hasta seis o siete contracciones por hora. La mayoría de ellas tenían una intensidad media o baja, pero algunas venían con una fuerza similar a las contracciones de parto (aunque no eran dolorosas) y, desgraciadamente, habían empezado a borrarme el cuello del útero.
Por suerte, mi cuello todavía es muy largo, y la doctora no consideró que el cuadro llegara a "amenaza de parto". No obstante, me prescribió reposo relativo y 200 mg de progesterona cada noche. Esta situación, evidentemente, ha dado al traste con todos mi planes, además de hacerme sentir un rosario de emociones negativas cada día.
A pesar de todo ello, cuando ayer me tomaba las uvas, sonreía. Porque, por encima de las dificultades, mi pequeña y yo seguimos dando la batalla. Ella, tan fuerte y vital como siempre, y yo, encontrándome las fuerzas donde ya creí que no quedaba ninguna, dispuesta a luchar hasta el final.
Un final que se acerca, aunque esperamos que lo haga despacio.
Un final que, este año sí, se convertirá en un hermoso principio.
A pesar de todo ello, cuando ayer me tomaba las uvas, sonreía. Porque, por encima de las dificultades, mi pequeña y yo seguimos dando la batalla. Ella, tan fuerte y vital como siempre, y yo, encontrándome las fuerzas donde ya creí que no quedaba ninguna, dispuesta a luchar hasta el final.
Un final que se acerca, aunque esperamos que lo haga despacio.
Un final que, este año sí, se convertirá en un hermoso principio.
Feliz año para las tres.A ver si la recta final del embarazo transcurre in muchos sobresaltos.Ánimo que ya falta poco.
ResponderEliminarUn abrazo
Núria, de títeres sin cabeza
Se acerca el momento...será muy emocionante, pero estas semanas de espera también. .descansa todo lo que puedas, y busca paz y tranquilidad. .esperemos que vuestra bebé aguante lo máximo dentro de ti. Pero cuando llegue el momento, será mágico!. .os deseo lo mejor! Mucha energía positiva para las tres! ;)
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