Ocurrió un domingo por la tarde, mientras trabajaba en el ordenador.
Habíamos cumplido las dieciocho semanas dos días atrás.
De pronto, ¡pop! Noté un golpecito en mi abdomen. Me quedé paralizada. ¿Aquello había sido...? Coloqué mi mano allí donde lo había sentido y... ¡pop! ¡Otra vez! No quedaba duda: ¡mi niña estaba dando patadas!
Solo con recordarlo vuelven a mí todas las sensaciones que rodearon aquel momento. Empecé a llorar y a reír al mismo tiempo, y salí corriendo a contárselo a Alma, que estaba en otra habitación.
–¡La noto! ¡La noto! ¡La he notado! ¡Ahora sí que sí! ¡Me ha dado dos patadas...!
Y es que, aunque llevaba atenta a los posibles movimientos en mi tripa desde que estaba de doce semanas (ansia viva que es una), fue a las dieciséis cuando empecé a notar "algo". "Algo" que no se parecía en nada a las típicas descripciones de los primeros movimientos del bebé: alitas de mariposa, burbujitas, una culebrilla... no. Yo empecé a sentir el útero como un globo lleno de agua (un globo de paredes muy gruesas, eso sí) que se balanceaba con movimientos ondulares, como me imagino que hacen las camas de agua.
Estaba muy contenta con esas sensaciones, porque tenía la idea de que tardaría mucho en sentir movimientos más evidentes. Y es que, en la ecografía de las doce semanas, escuché a la doctora decir que tenía la placenta anterior. Entre eso y el ser primeriza, no me esperaba nada hasta las veinte semanas o más; cosa que, sinceramente, me tenía bastante amargada. Que finalmente no fuera así me pareció todo un regalo de la Naturaleza (¡y de mi pequeña, claro!), un momento mágico más entre los que acompañan a este embarazo y que me están permitiendo recargar mi confianza en que las cosas también pueden salir bien.
Alma se emocionó mucho al verme a mí emocionada, aunque todavía tardamos tres días en que ella también pudiera notar las patadas. Desde entonces, he notado a la bebé cada día, algo que no deja de resultarme curioso porque, ¿cómo no la notaba antes y, de un día para otro, no he parado de notarla? ¿Qué pasó ese día que no pudiera pasar el día anterior? Para mí, es un misterio.
Poco a poco, las "pataditas" han ido dando paso a movimientos más contundentes; y, de tener lugar en la parte baja del abdomen, han pasado a rodear el ombligo (y empujarlo, que es una de las sensaciones más grimosas que he tenido en la vida). Además, desde muy pronto fueron visibles desde fuera, y ahora que ya no son patadas, sino movimientos completos... ¡en fin! Ver moverse mi barriga en múltiples direcciones es todo un espectáculo.
Además de ser una de las experiencias más hermosas que he vivido hasta el momento, sentir a la pequeña me ha dejado mucho más tranquila acerca de su bienestar. Es verdad que, al principio, la notaba solo un poco cada día; así que, los días en que la noté muy poco, me preocupé bastante. Afortunadamente, fue algo que se arregló con una buena dosis de paciencia, porque en algún momento del día, o al día siguiente, las patadas volvían a hacer su aparición.
Enseguida, además, entendí un poco sus pautas de movimiento y conseguí predecir los momentos en que estaría más activa: a media mañana, justo antes de almorzar; después de comer; y por la noche, al acostarme. Y aunque esos siguen siendo los momentos de mayor actividad, a medida que ha ido avanzando el embarazo ha terminado por moverse todo el día (noche incluida).
Al poco de empezar a notar estas "señales de vida", comenzaron también las famosas contracciones de Braxton Hicks. Las noté claramente alrededor de las veinte semanas, y desde entonces no han parado. Lo que no puedo asegurar es que "algo" de lo que yo notaba anteriormente no fuera tanto movimientos del bebé como contracciones, porque a veces me resultan un poco confusas. Por ejemplo, hay ocasiones en que se pone duro solo un punto muy concreto del útero (grande, pero concreto) y no me queda muy claro si es una especie de "contracción parcial" o más bien la pequeña empujando con una parte contundente de su cuerpo, como la espalda.
Aunque nunca han llegado a ser dolorosas, estas contracciones me han agobiado en algunos momentos porque sí que han llegado a ser muy abundantes. Personalmente creo que, en mi caso, su frecuencia viene determinada por mi ritmo de vida. Así, en los días más ajetreados, sobre todo de "ajetreo laboral", he llegado a tener más de una contracción a la hora, una situación que me ha obligado a pasar tardes enteras tumbada sobre el lado izquierdo para relajarme.
(A quienes les gusta opinar sobre cuándo debería pedir o no la baja, sobre todo a los que parecen creer que debería ir a trabajar hasta el día anterior al parto, les invitaría a pasarse un par de días temiéndose un parto prematuro, después de haberse visto obligados a subir y bajar escaleras una y otra vez, a permanecer de pie hasta sentirse mareados y a gestionar una clase de chavales de doce o quince años con ganas de verbena. ¡A ver qué opinaban entonces!).
En cualquier caso, fueron días de "susto" que ya pasaron, pues las contracciones han acabado por normalizarse... y yo me he acabado acostumbrado a ellas :)
Enseguida, además, entendí un poco sus pautas de movimiento y conseguí predecir los momentos en que estaría más activa: a media mañana, justo antes de almorzar; después de comer; y por la noche, al acostarme. Y aunque esos siguen siendo los momentos de mayor actividad, a medida que ha ido avanzando el embarazo ha terminado por moverse todo el día (noche incluida).
Al poco de empezar a notar estas "señales de vida", comenzaron también las famosas contracciones de Braxton Hicks. Las noté claramente alrededor de las veinte semanas, y desde entonces no han parado. Lo que no puedo asegurar es que "algo" de lo que yo notaba anteriormente no fuera tanto movimientos del bebé como contracciones, porque a veces me resultan un poco confusas. Por ejemplo, hay ocasiones en que se pone duro solo un punto muy concreto del útero (grande, pero concreto) y no me queda muy claro si es una especie de "contracción parcial" o más bien la pequeña empujando con una parte contundente de su cuerpo, como la espalda.
Aunque nunca han llegado a ser dolorosas, estas contracciones me han agobiado en algunos momentos porque sí que han llegado a ser muy abundantes. Personalmente creo que, en mi caso, su frecuencia viene determinada por mi ritmo de vida. Así, en los días más ajetreados, sobre todo de "ajetreo laboral", he llegado a tener más de una contracción a la hora, una situación que me ha obligado a pasar tardes enteras tumbada sobre el lado izquierdo para relajarme.
(A quienes les gusta opinar sobre cuándo debería pedir o no la baja, sobre todo a los que parecen creer que debería ir a trabajar hasta el día anterior al parto, les invitaría a pasarse un par de días temiéndose un parto prematuro, después de haberse visto obligados a subir y bajar escaleras una y otra vez, a permanecer de pie hasta sentirse mareados y a gestionar una clase de chavales de doce o quince años con ganas de verbena. ¡A ver qué opinaban entonces!).
En cualquier caso, fueron días de "susto" que ya pasaron, pues las contracciones han acabado por normalizarse... y yo me he acabado acostumbrado a ellas :)
Me encanta leerte así! :D Qué bonito es notar a nuestros bebés dentro! A seguir disfrutando!
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