sábado, 24 de junio de 2017

Beta


No, no es la fecha de las próximas olimpiadas.
Ni el momento de revisar los objetivos del milenio.
Ni un mensaje en código Morse.

Es la cifra de mi beta: dos-mil-veinte.

Tengo que precisar que no se trata de una beta hecha el día de la falta. En nuestra clínica, por alguna razón que se me escapa, hacen el análisis dos semanas después de la transferencia embrionaria. Lo mismo les da que sean embriones de tres días que de cinco: ellos cuentan dos semanas y andando. Es una práctica que a mí me resulta muy sospechosa, además de profundamente cruel con las pacientes. No obstante, yo he tenido la suerte de haber recibido dos positivos en los dos tratamientos que he hecho con ellos, así que, al menos, no he tenido que medicarme inútilmente durante más días de los necesarios. Sobre todo en este último tratamiento, que voy hasta las cejas. 

El caso es que esta beta me la hicieron cuatro días después del día de la falta, es decir, estando de 4+5 semanas o 19 dpo. Si el valor se hubiera estado duplicando cada dos días, correspondería, aproximadamente, a una beta de 500 el día de la falta.

Dicho esto... ¡¡MADRE MÍA!!

martes, 20 de junio de 2017

Allá vamos :)


Una semana después de la transferencia, me lie la manta a la cabeza y me hice un test de embarazo. No sé por qué. Había llevado una betaespera muy tranquila (¡la más tranquila de todas!) y sabía que un negativo daría al traste con mi buen ánimo, que empezaría a ponerme muy nerviosa, que se desatarían todos los infiernos.

Para darle más emoción al asunto, la noche de antes, mientras enredaba con los sobres en los que vienen los test, descubrí que estaban caducados. ¡Caducados! Es lo que tiene llevar tanto tiempo buscando el embarazo: se te caducan los medicamentos, se te caduca la paciencia y... ¡se te caducan los test! Después de hacer algunas búsquedas en Internet, comprendí que el problema residía en que los test ya no tendrían suficiente reactivo y podrían dar un falso negativo. Si bien, en mi caso, habían caducado en enero (tampoco es que se hubieran pasado hace años), el riesgo de llevarme un palo, incluso un palo "falso", aumentaba.

Aun así, lo hice. En mi anterior betaespera, había leído que el día 12 dpo (después de la ovulación) los test ultrasensibles ya debían dar positivo. Aquella vez, sin embargo, esperé hasta el día 15 dpo para hacerme el primer test. Pero en esta ocasión, cual Bella Durmiente atraída irrefrenablemente por el huso de la rueca, fui incapaz de resistirme.

Por suerte, dio POSITIVO.

miércoles, 14 de junio de 2017

Los embriones de Schrödinger

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Ya está.
Ya estoy.
Ya estamos.

Hemos llegado a ese momento de la betaespera donde nuestros embriones están vivos y muertos a la vez, como el famoso gato de la mecánica cuántica. Han pasado suficientes días desde la transferencia como para que, si no se han implantado, ambos estén muertos. Pero todavía nos quedan bastantes días por delante para poder comprobar que, efectivamente, están vivos.

Por mi parte, estoy contenta. Este tratamiento está siendo el más tranquilo de todos los que hemos hecho (y son muchos). La primera ecografía de control fue la última, pues mi cuerpo solo ha necesitado un mes para regularse y conseguir un ciclo de treinta días. Así que, afortunadamente, la decisión de dejar la píldora con un mes de antelación fue todo un acierto. En el tratamiento anterior, a la altura de la ovulación ya estaba para que me encerrasen, después de pasar por cuatro ecografías erráticas; pero esta vez lo estoy llevando con una dignidad pasmosa.

No tengo explicación para ello. Supongo que la medicación me ha llenado de esperanza. Y los dos blastos. Y el hacer una adopción de embriones, que no tiene nada que ver con los nervios de una FIV. Racionalmente, la balanza se inclina a nuestro favor. Y aunque no las tengo todas conmigo, tampoco pierdo la esperanza.

Y eso es suficiente.

viernes, 9 de junio de 2017

Primeros pasos con la heparina

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Ahora que estoy cerca de terminar la primera caja de heparina, puedo decir que... ¡no es para tanto!

Yo le tenía mucho miedo. Para no dañar mi autoestima, me decía que le tenía "respeto"; pero, en realidad, estaba giñada. Giñada porque no me gustaba la idea de tener que ponerme una inyección cada día, y giñada por las cosas que había visto y oído acerca de la heparina. Ya sabéis: fotos de moratones inmensos, descripciones minuciosas del escozor horrible que provoca el líquido entrando en tu cuerpo... Por supuesto, se trata de experiencias reales de mujeres reales, pero ahora sé que también se puede vivir de otra manera.

Antes de empezar a pincharme, leí muchos foros, blogs, página de Internet, y también vi unos cuantos vídeos en YouTube. Además de encontrarme con horrores, también aprendí unos cuantos trucos que me han venido fenomenal. Supongo que, al final, cada una tiene que descubrir lo que le va bien mediante ensayo y error; pero, por lo que pudiera aportar, voy a explicar cómo me pongo yo las inyecciones.

domingo, 4 de junio de 2017

La regla y el adiro

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AVISO PARA NAVEGANTAS: Cuando hablo sobre la regla y el adiro, no me refiero a la regla CON adiro, porque este tratamiento se suspende durante los días de la regla. Como es bien sabido, el adiro es una forma de aspirina y provoca unas hemorragias que pueden llegar a ser muy peligrosas si se toma durante la menstruación. 

Dicho esto... ¡qué gusto! ¡Qué alivio tan inmenso tener la regla después de haber tomado adiro!

Yo siempre he tenido reglas muy dolorosas, porque expulso coágulos como dedos que obligan a mi cuello del útero a dilatarse un poquito. Consecuentemente, sufro contracciones que hacen de la regla un auténtico suplicio: incluso ha llegado a ser invalidante en algunos momentos.

En el contexto de mi historia médica, cualquiera que lea "coágulos" pensará: "Claro". Pero ningún médico de los que me han visto desde mi más tierna adolescencia ha acertado a atar cabos. Y no será porque yo no haya descrito mi situación hasta el último detalle. Lo máximo que he llegado a recibir ha sido un diagnóstico de sospecha de endometriosis, descartado a golpe de ecografías, histerosalpingografía, biopsia de endometrio e histeroscopia.

La primera vez que me vino la regla después de tomar adiro, entendí que algo pasaba. Estaba comiendo en casa de mis padres y, cuando quise darme cuenta, me encontraba sentada sobre un charquito de sangre. A mí jamás me había ocurrido nada parecido, porque mi regla avisa que está llegando cuando todavía se encuentra a varios kilómetros, a través de un redoble de útero que no puede pasar desapercibido. Sin embargo, aquella vez llegó sigilosa, en forma de un endometrio perfectamente licuado que para mí era una experiencia desconocida. Y así ha sido cada una de las veces que lo he vuelto a tomar, permitiéndome disfrutar de una regla completamente fluida y sin dolores, aunque llegara sin aviso previo (!).

Lo mejor del cuadro es que tiene una explicación (aunque sea una que he tenido que encontrar por mi cuenta, sin la ayuda de ningún médico). Lo sorprendente es que está tan relacionada con las trombofilias como con el SOP. Y es que, al parecer, algunas mujeres con SOP tenemos alterados ciertos valores hematológicos que provocan un aumento de nuestra coagulación.

Uno de ellos es la homocisteína: mientras que la población sana presenta unos valores entorno a 6, algunas mujeres SOP la tenemos a 9, que es justamente el valor que me daba a mí en los dos últimos análisis. Otra prueba de que algún evento trombótico tenemos en marcha es que solemos presentar la proteína C elevada, aunque sus valores fluctúan a lo largo del ciclo, siendo mayores durante la fase folicular: desde la regla hasta la ovulación.

En este sentido, mis problemas de coagulación forman parte del tipo de SOP que yo padezco, por más que ningún médico con el que me haya topado se haya dado cuenta. Si además le sumamos una mutación genética que afecta directamente a los niveles de homocisteína y varios factores de coagulación disparados (concretamente, el X y el XII), se entiende por qué el adiro me sienta de maravilla y mis reglas son un paseo de su mano.

Para mí, es como haber descubierto América. Lo triste es que no tengo mucha esperanza de encontrar algún médico (endocrino, ginecólogo, hematólogo) que no me tome por loca, que vea el cuadro completo. 

Aunque con esto, como con tantas otras cosas, me resisto a perderla :)