sábado, 30 de julio de 2016

Emociones positivas


Desde que conocí las características de nuestros embriones, me invade una dulce sensación de empatía. Es la primera vez que entre nuestros donantes hay también mujeres, y eso me permite albergar emociones que hasta el momento no había sentido.

Pienso en nuestra joven donante de óvulos y me doy cuenta de que a mí me diagnosticaron el SOP con la misma edad con la que ella se enfrentó a la punción. Me imagino entonces el camino que la llevó hasta ese momento, y recuerdo cómo pudo haber sido también el mío. 

Me vienen a la mente todas las ocasiones en que, caminando por los túneles del metro, me topaba con aquellos anuncios que te animaban a convertirte en donante de óvulos. Recuerdo que, durante mis últimos años de Universidad, sentía que era algo que debía hacer, casi casi una obligación moral para mí. Sonrío al rememorar las conversaciones que mantenía con mi novio de aquel entonces, explicándole cómo me sentía. Tan tierna me resulta hoy la convicción con la que me expresaba como mis miedos secretos a un proceso que, en general, me resultaba desconocido.

No creo que me hubiera atrevido. En cuanto me hubieran nombrado la anestesia, habría salido corriendo, como quise salir corriendo cuando tuve que enfrentarme a mi primera punción. Además, seguramente al intentarlo se habría descubierto el pastel de mis ovarios poliquísticos, así que dudo mucho que me hubieran aceptado.

Pero nuestra joven donante recorrió el camino completo. Me la imagino por primera vez frente a la aguja, y sé que puedo imaginármela porque me he enfrentado a lo mismo, y solo por eso siento que merecen un poco la pena todos los intentos fallidos. La veo sentada en la camilla, cubierta solo con la bata blanca, presa momentánea del arrepentimiento. ¿Qué hago aquí, madre mía? ¿Quién me mandó meterme en esto? Ni todo el oro del mundo puede compensar esos momentos.

Tan joven y tan valiente. Poco a poco, la empatía se acompaña de admiración y, por supuesto, de agradecimiento. Gracias, joven donante, por haberte atrevido a tanto. Gracias por darme esta oportunidad preciosa. Ojalá pudiera asegurarte que tu esfuerzo no será en vano, que obtendremos el fruto deseado. Pero, aunque no fuera así, el inmenso valor de tu generosidad siempre permanecerá intacto.

La empatía que siento, sin embargo, va más allá de nuestra joven donante. No me olvido de que, en todo este proceso, hay otra mujer involucrada. Una mujer cuyos hijos no llevan sus genes, que no contribuyó con su cuerpo en la formación de nuestros embriones, pero sin cuya participación esta aventura que vivo no habría sido posible: la primera receptora.


martes, 26 de julio de 2016

Habemus embriones


La llamada nos pilló de vacaciones, sentadas en la escalinata de una iglesia-fortaleza. La verdad es que no la esperábamos: creíamos que, desde el momento en que nos habían llamado para confirmar que éramos las siguientes en la lista de espera, ya teníamos los embriones reservados; y que de sus características nos enteraríamos en la siguiente visita, o incluso durante el tratamiento.

Pero resulta que el protocolo es distinto. La chica que nos llamó me explicó que, precisamente, nos iba a indicar en ese momento las características de los embriones. Y me dijo: "Apúntalas". ¡Menuda situación! ¡Allí, en medio de aquel pueblito fronterizo, apúntalas...! 

Menos mal que Alma siempre lleva una libreta pequeña a mano, con su boli y todo; libreta que, en esta ocasión, le había regalado yo hacía apenas unos días, después de comprarla como recuerdo de uno de mis lugares preferidos en el mundo (¡ay!). Así, que, contra todo pronóstico, pude apuntar.

Mentiría si no dijera que fue un momento mágico. Pase lo que pase después, en aquel instante yo sentí que empezábamos a conocer a nuestros futuros hijos. Que eran ellos. Que estaban ahí. Que eran así. A duras penas pude reprimir las ganas de llorar...

Son dos embriones vitrificados en día +3, uno de calidad B y otro de calidad C. Tal y como nos explicaron en nuestra primera visita, estas son las calidades que abundan en los embriones donados, así que son justamente las que esperábamos. Los donantes tienen características parecidas a las nuestras: ambos son altos, de ojos marrones y pelo castaño. 

Alma y yo creemos que son embriones para los que, a su vez, se emplearon óvulos donados, pues la donante es jovencísima. Además de la tranquilidad que nos da esto (y el hecho de que estos mismos óvulos hayan dado lugar, al menos, a un embarazo evolutivo), la donante tiene el mismo grupo sanguíneo que Alma: un grupo que, encima, es bastante raro, pues lleva un Rh-. 

Esta coincidencia nos ha parecido un regalo precioso que no ha hecho sino aumentar la ilusión de que sí, de que son nuestros hijos :)

Después de apuntar todas las características, tuve que confirmar si aceptábamos los embriones o no. Me gustó mucho que este protocolo se pareciera al de la adopción nacional, en la que te leen la historia de tu bebé para que lo aceptes o no antes de formalizar la asignación. Evidentemente, me faltó tiempo para decir que sí, que los aceptábamos, que cómo no los íbamos a aceptar si parecían venir ya con nuestros apellidos. 

Desde entonces no paro de pensar en ellos, en nuestros congeladitos, y me siento enamorada, profundamente emocionada, con muchas ganas y mucho miedo pero, sobre todo, muchas ganas de tenerlos dentro de mí. 

Ahora, cuando echo la vista atrás y pienso en mi duelo genético, me doy cuenta de que he superado la prueba, de que estoy donde quiero estar y de que, en este preciso instante, no puedo imaginar un camino mejor para mí.

jueves, 21 de julio de 2016

Pruebas de diagnóstico para la adopción de embriones


Cuando visitamos la nueva clínica por primera vez, llevamos todas las pruebas que me había hecho hasta entonces, que son:

— Cariotipo en sangre.
— Estudio de celiaquía.
— Estudio tiroideo.
— Inmunología.
— Homocisteína.
— Vitamina D.
— Citología y demás.

También llevamos la histerosalpingografía, pero ni siquiera la miraron: a estas alturas de mi vida, importa bien poco la excelente permeabilidad de mis trompas :P

Como bien dijo la doctora, me habían hecho "de todo"; con excepción, quizás, de una histeroscopia: el único cromo que parece faltar en mi colección. Así que las pruebas que nos pidió para poder iniciar el tratamiento fueron bien sencillas.

Tanto Alma como yo hemos tenido que renovar la serología (¡por cuarta vez!); además, a mí me han pedido el típico análisis de sangre, al que han añadido el estudio tiroideo, la homocisteína, la vitamina D y una única hormona "reproductiva": la prolactina.

Todas estas pruebas nos las han vuelto a mandar por la Seguridad Social sin ponernos ninguna pega, con excepción de la homocisteína, que no entra dentro de lo que te puede mandar un médico de cabecera. Así que, en vez de un solo pinchazo, me han tocado dos, pues el análisis de homocisteína me lo he hecho en la clínica.

No deja de sorprenderme que en esta nueva clínica algunas cosas salgan más baratas; particularmente, este análisis nos costó un 25% menos que en la anterior. Yo pensaba que, al ser una clínica más grande, con más medios y, presumiblemente, de mayor prestigio, sería más cara. Pero no es así, lo cual me alegra muchísimo.

Ahora solo nos queda esperar a finales de mes para conocer los resultados de estos análisis y el protocolo para el nuevo intento. ¡Qué ganas! :D

lunes, 18 de julio de 2016

Mar de fondo


Una parte de mi familia vive a orillas del Atlántico: un océano salvaje, impredecible, bravo... que tienes que aprender a disfrutar. Cuando era pequeña y mis visitas coincidían con el verano, solía recibir explicaciones sobre los peligros escondidos bajo las olas. Las olas son visibles y hay que ser muy cateto para ignorar sus avisos cuando el mar está picado. Pero, cuando escasean, la precaución se vuelve incluso más necesaria, pues suele darse el fenómeno traicionero del mar de fondo: una corriente profunda que te arrastra con fuerza, alejándote de la playa.

En estos días he recordado esa sensación de ser engullida por un mar en calma. Aparentemente, vivo un periodo de placidez: estoy de vacaciones, la adopción de embriones se pone poco a poco en marcha... Pero, en las profundidades de mi mente, una fuerte corriente me aleja de la orilla, llevándome contra mi voluntad a las regiones del miedo y la angustia. 

Es mi particular "mar de fondo": una corriente que debilita mis rodillas y amenaza con hacerme perder el equilibrio. Y tiene forma de pregunta, que mi inconsciente repite como un martilleo seco, aturdiendo mi mente: "¿Y si no lo consigo...?".

No tengo respuesta. No quiero tenerla. En estos momentos, necesito pensar que es inconcebible.

Pero entonces me digo que también pensé que era inconcebible no quedarme embarazada mediante una inseminación artificial, o llegar hasta la segunda FIV y que esta también fallara. "Inconcebible" no es nada. "Inconcebible" es solo algo que no te cabe en la cabeza, hasta que te pasa. 

Aun así, me resisto. No quiero dejarme arrastrar. Sé que vendrán momentos en que no pueda soportar la incertidumbre y llore y grite y pase noches en vela. Pero esos momentos todavía están lejos: ahora quiero disfrutar de mis baños, aunque me quede cerca de la orilla, aunque de vez en cuando toque el fondo con los pies para comprobar que no lo he perdido, que puedo ponerme en pie sin dificultades porque el fondo sigue ahí.

viernes, 8 de julio de 2016

El mandala violeta


Este es el mandala que pinté más rápidamente, en apenas unos días. Fue hace casi dos años, cuando supe que ya no me quedaría embarazada mediante una inseminación artificial y que tendría que optar por una FIV, algo que me daba muchísimo miedo.

Para este mandala escogí una de mis gamas de colores preferidas: la de los violetas. Lo coloreé con la seguridad de que, a pesar de tener que enfrentarme a experiencias que me aterrorizaban, como la estimulación o el quirófano, este tratamiento daría resultado. No podía ser de otro modo. No me podían salir las cosas tan mal. Muchas mujeres no se quedaban embarazadas mediante las inseminaciones, pero la mayoría lo conseguían gracias a la FIV. Y ese iba a ser mi caso, por supuesto.

Cuando miro el centro de este mandala, no puedo dejar de ver un embrión. El cuaderno del que procede no tiene nada que ver con el embarazo, pero yo no dejo de ver formas relacionadas con todo este proceso en los mandalas que contiene. Y en este hay un embrión, un embrión precioso, el que se quedó conmigo poco después de pintarlo, el mismo que me acompañó hasta la octava semana de embarazo.

martes, 5 de julio de 2016

El regreso de las agujas


Volvieron a llamarnos de la clínica, casi veinte días después de la primera llamada. Pero no fue con las noticias que esperábamos. Nos dijeron que había habido un "malentendido", que no era la doctora quien se tenía que poner en contacto con nosotras, que éramos nosotras las que teníamos que acudir a una cita con la doctora para llevarle los resultados de los análisis que nos había pedido la primera vez. Y que debíamos hacerlo cuanto antes, porque solamente nos reservaban los embriones durante tres meses. 

La situación me llenó de una frustración que no hizo sino aumentar cuando me enteré de que, al contrario de lo que nos había asegurado la doctora en aquella primera cita, no hacía falta esperar a que nos llamaran para hacerme los análisis, puesto que, al no utilizar mis óvulos, no incluyen ninguna hormona ligada al ciclo menstrual. ¡Ni siquiera tengo que dejar la píldora para hacérmelos! Así que ya los podía haber tenido listos para cuando nos llamaron la primera vez, o incluso, ¡quién sabe!, ya podíamos haber tenido esa cita de revisión de pruebas.

Quienes conocemos cómo se administra el tiempo en reproducción asistida sabemos que este tipo de "malentendidos" pueden multiplicar un mes de tratamiento por dos, tres, cuatro, cinco o sabe-dios-cuántos. No es que a estas alturas un mes arriba o abajo me vaya a poner nerviosa (ni dos, ni tres, ni cuatro...), pero me da rabia haberme pasado casi un mes mirando de reojo el móvil para que ahora me metan prisa, cuando ya podíamos tener nuestras pruebas listas y las fechas del tratamiento claras.

Lo cierto es que en las dos clínicas he tenido la misma sensación de caos y he sufrido retrasos semejantes en lo que se refiere a pruebas de diagnóstico, así que, una vez superadas las ganas-de-matar iniciales, he decidido ser proactiva, tomarme las cosas con calma y organizarme bien las citas y los análisis.

Preparada para enfrentarme, nueve meses después (!), al regreso de las agujas.