Me siento vestida de otoño.
Las hojas que hasta ahora cubrían mi cuerpo han terminado su ciclo. Pronto empezarán a amarillear y se desprenderán de las ramas, alfombrando poco a poco el suelo.
Me quedaré desnuda y el frío me encontrará sin abrigo. Pero no tendré miedo. Mis ojos permanecerán abiertos mientras el viento y la nieve adormecen mi cuerpo. La escarcha dibujará en mi rostro la sonrisa de quien sabe que, tras el silencio y la muerte, se fragua una nueva primavera.
Un día todavía lejano volveré a sentir el cosquilleo que despierte mis raíces. Volveré a notar el hervor de las yemas bajo mi piel. Me cubriré nuevamente de flores y recuperaré la esperanza de combarme bajo el peso de los frutos.
Eso pienso y eso sé mientras contemplo el cielo; mientras entiendo, con una tristeza infinita, que la lluvia apenas ha empezado a caer.
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