La otra noche tuve un sueño precioso.
Alma y yo hacíamos una especie de mudanza interior. Teníamos que juntar las dos habitaciones de estudio en una sola. Estábamos en nuestra casa, pero, como suele pasar en los sueños, no era exactamente nuestra casa. Y la habitación elegida para el cuarto común no se parecía a ninguna de las que tenemos: era especialmente luminosa porque estaba llena de ventanas.
No había que comprar muebles nuevos, todos estaban ya en casa, colocados en otras habitaciones. Y había muchos: dos mesas de estudio, dos sillas de oficina comodísimas, cajoneras... hasta una cómoda. Por momentos, yo me preguntaba de dónde había salido tanto mueble, y me sorprendía al comprobar que había suficientes para llenar todas las paredes (incluso encontraba uno que no cabía en la habitación y lo ponía en el salón).
Para vestir las ventanas, decidimos llevar los estores que teníamos en otras habitaciones. A mí me parecía que iba a ser un desastre, que no pegarían unos con otros y que no se ajustarían a las ventanas. Pero ocurrió todo lo contrario: de repente, teníamos un montón de estores blancos, con una caída preciosa, que se ajustaban perfectamente a las ventanas. Y había para todas, aunque eran muchas y de anchos diferentes. Yo no daba crédito al resultado. ¿De verdad todos esos estores estaban en nuestra casa...?
Fue un sueño de satisfacción, de alegría, de abundancia. Y lo mejor de todo era sentir que, para montar aquella habitación tan estupenda, no habíamos tenido que comprar nada. Todo lo que necesitábamos estaba ya en casa, solo había que cambiarlo de sitio, solo teníamos que llevarlo juntas a esa habitación común.
Al final del sueño, miraba de reojo hacia el pasillo. Porque yo sabía que, si había sido necesario juntar nuestros dos cuartos de estudio en una sola habitación, era porque necesitábamos dejar uno de ellos libre. Sabía también que aquella habitación ya estaba preparada, pero que no debía apresurarme a verla, por más que, a través de la puerta entreabierta, se adivinaran sus muebles.
Saber que esa otra habitación estaba allí me llenó de una secreta confianza.
Saber que esa otra habitación estaba allí me llenó de una secreta confianza.
Aunque todavía no hubiera llegado el momento de utilizarla.
Qué bonito sueño
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