Hoy habrías cumplido tres meses.
Era fácil recordar la fecha, porque coincidía con el inicio de las vacaciones.
No sabes cuántas veces pensé en este día. Lo imaginaba desde lejos y soñaba con que ya habríamos superado las semanas de mayor peligro. Sentía que entonces habría obtenido el permiso (¿de qué? ¿de quién?) para disfrutar plenamente del embarazo.
Me preguntaba si tendría ya tripita. La gente me decía que sí, que como estoy delgada se me notaría enseguida; pero a mí me parecía imposible. No, todavía no serías evidente, aún podría guardarte solo para mí muchos días.
Imaginaba que ya tendríamos tu ecografía de las doce semanas, esa donde ya se distinguirían tu cabecita de bebé humano, tus brazos, tus piernas. La pondríamos enmarcada en el salón, como si se tratase de una fotografía. Y a la vuelta de las vacaciones, la llevaría al instituto para hablarles de ti a mis compañeros, y les diría: "Mirad lo que me han traído los Reyes Magos".
Pero no.
Hoy no puedo celebrar que hayamos cumplido tres meses.
Celebro, sin embargo, tu recuerdo. La alegría que trajiste, la esperanza. Sé que, en algún rincón de mi cuerpo, un trocito de ti se ha fundido conmigo, y se quedará ahí para siempre, hasta que me muera contigo.
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