Últimamente pienso mucho en ese consejo tan extendido de no hablar de un embarazo hasta que no se supere el primer trimestre. De pronto, me recuerda a las advertencias que recibíamos cuando éramos pequeños sobre hablar con desconocidos. No hay que hablar con desconocidos. Pero nadie nos explicaba por qué, cuál era el peligro. Nadie nos permitía decidir si queríamos evitarlo eligiendo nuestro propio camino.
La sociedad, a veces, nos defiende del dolor sin pedirnos permiso. O tal vez ni siquiera nos defienda. Tal vez se defienda a sí misma. No hables del embarazo antes de tiempo, no vaya a ser que tu bebé se muera y todos tengamos que ponernos tristes. Mejor hagamos como si no existiera. Mejor finge para nosotros que no existe. Así, cuando se vaya, no lo sentiremos, como tampoco tú deberías sentirlo.
Hace tiempo, mucho antes de todo esto, hablé con una amiga del tema. Pensábamos lo mismo. Hay que hablar del embarazo a quien hablarías de la pérdida. A quien se enteraría. A quien haría preguntas. No se trata de confianza, se trata del precio de ocultar algo que, sin duda, está ocurriendo.
Ocultar un embarazo es sencillo pero, ¿ocultar un aborto? Los inexcusables días de baja, el dolor, la palidez, la pérdida de peso, las lágrimas. ¿Qué dirás? ¿Cuál será tu excusa? ¿Te rompiste un pie? ¿Te operaron del estómago? Y cada vez que lo digas, ¿cómo te sentirás? ¿Se te clavará en el alma la existencia de tu bebé? ¿Sentirás que lo estás traicionando? ¿O te convencerás a ti misma de que no existió, de que no fue nada?
Entiendo el fondo del consejo. Quiere evitarte que tengas que repetir, una y otra vez, la mala noticia. Pero, ¿acaso hay alternativa? Tal vez, con tu tía del pueblo, a la que no ves más de una vez al año, por mucho que la quieras. Pero no con ese compañero de trabajo con el que apenas hablas, que ha tenido que cubrirte varias horas de guardia y que te pregunta por cortesía. Me torcí un tobillo. Vaya, qué mala suerte.
Creo que, en el fondo, el consejo es perverso. Ocúltalo y sufre en silencio. Vivimos muy bien olvidados de la muerte. No, no nos la recuerdes. No queremos asumirla, ni siquiera contigo. Los bebés son alegría y nunca se mueren. Si no ha nacido, no ha existido. A saber qué has hecho. ¿Un aborto? Eso es delito.
¿Acaso no es más natural, más sencillo, decir que estás embarazada y después decir que lo has perdido? Se murió, estoy triste, estos días no estoy para nada. Tranquila, entendemos tu dolor, la muerte siempre es una putada, tómate un descanso, pide un abrazo si lo necesitas.
Debemos madurar como individuos y como sociedad. Asumir la alegría y la tristeza, la bendición y la pérdida. Dejar de ocultarnos lo feo para celebrar aún más lo bello. Perder el miedo, liberarnos, ser más compasivos, más humanos.
Las desgracias siguen existiendo aunque no se hable de ellas.
Creo que se debe, que debemos, hablar siempre, de lo bueno y de lo malo, que lo que hay y lo que vendrá, de lo que pasó y pasará.
ResponderEliminarHablarlo nos libera, y creo que nos da fuerzas.
Estoy de acuerdo contigo en que nos da fuerzas. La creencia de que nos debilita es falsa; lo que realmente nos deja sin aliento es el silencio.
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