Uno de los primeros pasos que debe dar una pareja de mujeres cuando decide embarcarse en la aventura de la maternidad biológica es el de elegir clínica.
Alma y yo comenzamos nuestra búsqueda en Internet, visitando las páginas web de las clínicas de Madrid. También leímos algún artículo sobre qué criterios utilizar para elegir, aunque apenas le hicimos caso a la hora de tomar la decisión, pues empleamos nuestros propios criterios.
El primero de ellos fue la confianza que nos daba el diseño de la página web. Parece una estupidez y quizá lo sea, pero algunas páginas dan una imagen penosa: colores fosforitos, fuentes de hace una década, párrafos justificados azarosamente y un montón de anuncios de ofertas por todas partes. Es posible que en esas clínicas trabajen grandes profesionales, pero, si fuera así, ¿no se preocuparían también de la imagen que dan en Internet? Para mí, esta imagen es equivalente a la que daría la recepción de la clínica si la visitara. ¿Acaso merecería nuestra confianza una sala sucia donde la gente muestra un aspecto descuidado...? Este criterio nos ayudó a desechar algunas clínicas, aunque no muchas: afortunadamente, la mayoría cuida su presencia también en Internet.
El segundo criterio que utilizamos fue que en la página web se hiciera una referencia explícita a las parejas de mujeres lesbianas. Por un lado, nos resultaba fundamental no encontrarnos con ningún problema en este sentido: bastante traba es ya no poder realizar los tratamientos por la Seguridad Social, a pesar de pagar nuestros impuestos como cualquier ciudadano, solo por el hecho de vivir en Madrid y sufrir el Gobierno que sufrimos; para encima sentir el más mínimo rechazo también en la sanidad privada. Por otro lado, queríamos premiar de algún modo aquellas clínicas que apostaran por visibilizar la realidad de nuestras familias, pues, aunque estábamos seguras de que en la mayoría de ellas no nos iban poner ningún impedimento, nos parecía hipócrita que, sabiendo que muchas de las mujeres que hacemos uso de sus servicios somos lesbianas, no se hiciera mención a esta realidad en las páginas web.
En este sentido, encontramos que algunas de ellas no mencionaban más que a las "mujeres solas", "solteras" o "sin pareja masculina": estas fueron rápidamente desechadas. Otras, una vez dentro de este apartado, sí que mencionaban a las parejas de mujeres lesbianas, pero de una manera secundaria. Finalmente, solo encontramos una clínica que hiciera referencia a nuestro modelo familiar de manera abierta, desde la página de portada, y también dentro de un pequeño manual de apoyo para la reproducción asistida: esta la fue la clínica elegida.
Sin embargo, el día que llamamos nos encontramos con una desagradable sorpresa. Dejando aparte la actitud nada amable de la recepcionista (a la que no quisimos dar mucha importancia, pues todo el mundo tiene un mal día), descubrimos que en esta clínica cobraba una cantidad importante de dinero en la primera visita. Es algo que nos subrayó con ahínco la recepcionista, y no nos extrañó, pues en la mayoría de las clínicas que habíamos visitado la primera visita era gratuita. Así que, finalmente, el criterio que primó fue el económico: preferimos visitar antes otras opciones, de las que nos podíamos arrepentir sin perder dinero, y solo cuando estuviéramos seguras decidirnos por esta clínica.
En este sentido, encontramos que algunas de ellas no mencionaban más que a las "mujeres solas", "solteras" o "sin pareja masculina": estas fueron rápidamente desechadas. Otras, una vez dentro de este apartado, sí que mencionaban a las parejas de mujeres lesbianas, pero de una manera secundaria. Finalmente, solo encontramos una clínica que hiciera referencia a nuestro modelo familiar de manera abierta, desde la página de portada, y también dentro de un pequeño manual de apoyo para la reproducción asistida: esta la fue la clínica elegida.
Sin embargo, el día que llamamos nos encontramos con una desagradable sorpresa. Dejando aparte la actitud nada amable de la recepcionista (a la que no quisimos dar mucha importancia, pues todo el mundo tiene un mal día), descubrimos que en esta clínica cobraba una cantidad importante de dinero en la primera visita. Es algo que nos subrayó con ahínco la recepcionista, y no nos extrañó, pues en la mayoría de las clínicas que habíamos visitado la primera visita era gratuita. Así que, finalmente, el criterio que primó fue el económico: preferimos visitar antes otras opciones, de las que nos podíamos arrepentir sin perder dinero, y solo cuando estuviéramos seguras decidirnos por esta clínica.
En ese momento entró en juego otro criterio que veníamos barajando: el de la recomendación. Justamente teníamos una amiga que había estado ya en tratamiento en una clínica, y estaba muy contenta con el trato que había recibido y con las condiciones médicas y económicas. Como la primera visita a esta clínica sí que era gratuita, decidimos empezar con ella.
Lo cierto es que nuestra primera experiencia fue muy positiva. Desde el primer momento nos tuvieron en cuenta como pareja y tomaron todos los datos pertinentes de ambas. Por otro lado, apostaron por el tratamiento menos invasivo, teniendo en cuenta que, en un principio, nuestros motivos para acudir a la reproducción asistida no tenían que ver con la infertilidad. Para terminar, fueron muy francas y abiertas en el tema económico, nos dieron un presupuesto muy claro y completo, e incluso nos animaron a intentar hacernos la mayor parte de las pruebas de diagnóstico por la Seguridad Social, algo que nosotras ni siquiera sabíamos que fuera posible. En fin, que salimos encantadas y, desde ese momento, dejamos de buscar: ya habíamos elegido nuestra clínica.
En resumen: buena presencia, visibilidad de la maternidad lesbiana, recomendaciones de personas allegadas y claridad económica. Esos fueron los criterios que utilizamos para elegir clínica de reproducción asistida.
Me ha encantado esta entrada y me ha ayudado a saber cómo elegir, si es que tengo que hacerlo, una clínica de este tipo. ¡Gracias!
ResponderEliminar¡Me alegra que te haya gustado! :D
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