Hace meses que escribo un diario de maternidad. Empecé apuntando las fechas importantes, cuándo nos habíamos hecho cada prueba y cómo había ido, pequeñas anécdotas... También le pegué algunas fotos de revistas que me resultan evocadoras. Y últimamente he añadido unas cuantas reflexiones y sentimientos.
Para mí, escribir un diario es algo bastante natural. Comencé mi primer diario con catorce años, y no dejé de escribir en él casi cada día hasta los dieciocho, así que guardo un registro minucioso de la mayor parte de mi adolescencia. Después, he tenido temporadas de volver a escribir incluso varias veces al día, y otras de no poner una palabra durante meses. Con el tiempo, mis diarios se han ido haciendo menos anecdóticos y han pasado a tener un carácter más reflexivo, aunque siempre han cumplido una función fundamental en mi vida: la de desahogo.
Este diario, sin embargo, es diferente.
En primer lugar, porque no tiene la vocación de ser secreto. Apenas he compartido con nadie el contenido de mis anteriores diarios, pero este ha estado abierto para Alma desde el principio. De hecho, he contado con ella para relatar algunos fragmentos, he incluso la he invitado a escribir en él cuando quiera. La verdad es que esta situación es algo nuevo para mí, y a veces me cuesta trazar la línea entre lo que puedo compartir y lo que debería permanecer como algo íntimo, solo mío.
En segundo lugar, porque este diario tiene un destinatario que no soy yo misma, sino nuestro futuro hijo o hija. Mi idea es elaborar un relato de todo lo que él o ella no podrá recordar (porque no existía, porque era un montoncito de células o un bebé recién nacido) y escribir un libro que le regalaré cuando cumpla dieciocho años. Para mí, este regalo simboliza la toma de posesión de sí mismo: la historia de cómo comenzó a existir, primero en la mente y en los corazones de sus dos madres, y después en el mundo.
A mí me gustaría poder contar con un relato parecido, igual que me gusta calcular cuándo me "hicieron" mis padres, o saber lo que sentía mi madre durante mi embarazo, o cómo vine al mundo y se desarrollaron mis primeros años. Son recuerdos de mí misma que yo no puedo alcanzar, y para los que necesito la ayuda imprescindible de los otros.
Es posible que, para cuando nuestro hijo o hija cumpla los dieciocho, ya se sepa todas esas anécdotas de memoria. Seguramente prefiera que le regalemos un coche y no una nueva moñez para su colección. Aun así, a mí me sigue pareciendo un regalo bonito, sentido, simbólico, que podrá conservar siempre y compartir con quien lo desee (su pareja, sus hijos, sus nietos).
Por ahora, mi mayor deseo es que el relato de su concepción sea breve y muy feliz :)
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