domingo, 9 de junio de 2019

Nuestro expediente de adopción cumple cuatro años


Si me hubieran dicho que nuestro expediente de adopción cumpliría alguno de sus aniversarios paralizado, no me lo habría creído: ni siquiera hace cinco meses, cuando, de hecho, lo paralizamos. Por aquel entonces, imaginaba yo que a estas alturas ya tendríamos el curso terminado, que estaríamos esperando la valoración psicosocial. Sin embargo, creo que, al mismo tiempo, era algo que ya intuía cuando nos convocaron a la reunión informativa.

Porque estaba emocionada, contenta... pero también contenida. Algo no había salido como esperaba, y me ha costado varios meses admitirlo. Después de tantos años luchando contra el paso del tiempo, que algo bueno nos ocurriera, ¡por fin!, mucho antes de lo que preveíamos, debía ser una buena noticia. Pero no lo era; o, por lo menos, no lo era de manera completa.

E insisto: me ha costado varios meses asumir que la batalla contra el tiempo hacía mucho que estaba perdida. Sé que hay familias que tienen hijos muy seguidos, incluso que lo prefieren así y así lo llevan a cabo. Por un momento, yo también pensé que esa posibilidad compensaría en parte el tiempo "perdido"; pero, finalmente, he tenido que admitir que, en nuestro caso, no funciona de esa manera.

Cuando nos llamaron para la reunión informativa, no pude llenarme de alegría porque una voz en mi cabeza me decía: "Es demasiado pronto". Intenté ignorarla, hacer como que no la escuchaba; pero, al final, no me quedó más remedio que darle la razón. Y me jode. Me jode porque tener que retrasar también este proceso, cuando ya he retrasado tantas cosas sin quererlo... es una paradoja de las que pican.

No obstante, en estos meses me he dado cuenta de que todavía tengo mucho que cambiar en mi manera de enfrentarme a la maternidad y a las decisiones que conlleva. Porque aún estoy instalada en una (in)cómoda postura de víctima del destino, y ya es hora de que me responsabilice de aquello que no me viene dado. Si pudiendo desparalizar el expediente todavía no lo hemos hecho, es porque así lo hemos decidido.

Nuestra opción de crianza implica presencia, dedicación, tiempo. Sé que hay muchas maneras de hacer las cosas (nuestro entorno no para de recordárnoslo), pero esta es la que nosotras hemos escogido, y la que nos funciona. Y yo, personalmente, estoy muy contenta con ella. Creo que, según mi concepción del mundo (una concepción que he ido moldeando desde que nació nuestra hija, pues antes era bastante distinta), estoy haciendo lo correcto.

Por eso, ante la posibilidad de aumentar la familia, lo primero que me dije, temblando y en bajito, fue: "No puedo". Como ya me pasó en el parto, además, vuelvo a comprender que, a la hora de decidir, no podemos pensar solo en lo que nos conviene o apetece a mí o a Alma. Porque ahora también está nuestra hija y, aunque esté convencida de que no quiero que se críe sin un hermano, me gustaría que su llegada de tuviera lugar en el mejor de los momentos.

En este sentido, de un tiempo a esta parte me ha dado por pensar que, a lo mejor, haber sido convocadas tan pronto para la adopción ha sido un regalo de libertad que la Vida ha dejado en nuestra puerta. Porque, esta vez sí, podemos decidir cuándo será el momento, sin depender de más factores que la propia idiosincrasia del proceso. No se trata, como me pareció al principio, de retrasar el momento, sino de encontrarlo. Si bien no tenemos todo el tiempo del mundo, hay margen suficiente para no ir corriendo a todas partes, para vivir esta nueva etapa con libertad y alegría renovadas, con toda la experiencia que hemos acumulado pero sin el lastre de lo anterior.

Sin embargo, una vez que he asumido todo esto, he empezado a escuchar otra voz en mi cabeza que me recuerda que, si bien la prudencia es una virtud, no hay que confundirla con el miedo. Que tener un hijo siempre es saltar al vacío, que no existe red que te sostenga. Y que, cuando llegue el momento, nos volverán a temblar las piernas y sentiremos que no tenemos donde agarrarnos.


Solo nos quedarán las alas.
Unas alas enormes.
Para seguir volando hacia tu encuentro.