Hace ya mucho tiempo que conozco esta frase. Pero creo que nunca, hasta ahora, había comprendido su verdadero significado.
Nunca, hasta ahora que las voces en mi cabeza (y alguna fuera de mi cabeza) me dicen que abandone, que ya es suficiente, que no merece la pena continuar luchando (y sufriendo) inútilmente.
Comprendo, profundamente, la existencia de esas voces. Los seres humanos nos hemos enfrentado durante toda nuestra existencia a la infertilidad. Somos una especie con una capacidad reproductiva de mierda risa y esto siempre nos ha provocado desazón. No es algo nuevo, de ahora. Es algo de toda la vida.
Hasta hace apenas unas décadas, la solución más sencilla era la resignación. Más o menos religiosa: si no se puede, no se puede. Hay otras cosas en la vida, blabla, blabla. La gente todavía la repite, porque después de ¿siglos? repitiéndola, no es fácil cambiar el disco rayado.
No es la explicación más pintoresca, sin embargo. A las mujeres que, como yo, sufrimos abortos de repetición, nos han acusado de brujas, de hacer pactos con el demonio. Es la clase de historias que la Humanidad inventa cuando el dolor es demasiado grande, cuando la incomprensión tiende al infinito. Lo era antes como lo es ahora.
Pero ahora sabemos que la infertilidad es una enfermedad. Que no es el resultado de un pacto con el demonio o de un castigo divino. Que tiene causas, muchas de ellas conocidas. Que se puede tratar, por tanto. Que, al menos, es posible intentarlo.
Yo ya llevo una ristra de pruebas a mis espaldas, pero no las tengo todas. Y solo he probado un protocolo para prevenir abortos (uno de los muchos que existen, uno de los más sencillos) en dos ocasiones en que no me quedé embarazada.
Al menos, necesito saberlo. Completar mis pruebas en busca de alguna respuesta. Tal vez no la haya, en el 50% de los casos de abortos de repetición nunca la encuentran. Pero quiero ver eso por escrito, en un informe que lleve mi nombre y mis apellidos.
Y al menos, necesito intentarlo. Llegar a un positivo cargada con toda la artillería, independientemente de lo que salga en las pruebas, y comprobar quién gana la batalla. Si la muerte o mi empeño por sostener una vida.
Tengo 34 años y vivo en el siglo XXI. No puedo resignarme, no puedo dejar que me cuelguen el sambenito. No puedo rendirme todavía. No puede ser esta mi última batalla.
Te admiro mucho! Tienes la mejor de las actitudes, mucho ánimo! Estoy segura de que lo conseguiréis!
ResponderEliminarGracias por tus palabras, de verdad :)
ResponderEliminarLo cierto es que no estoy muy segura de si esta es o no la actitud correcta, pero es la que me sale de dentro, así que, por el momento, no me voy a oponer a ella... ¡Veremos adónde nos lleva!
Ánimo, guapa!!
ResponderEliminar¡Mucho ánimo! Espero que la próxima vez que lo intentes, consigas el bebé.
ResponderEliminarHice un tratamiento FIV y también me falló el primer intento, pero volveré a probar en breve. No hay que rendirse, me animo pensando que mucha gente ha necesitado de varios intentos pero al final lo han conseguido, así que a seguir adelante.
Sigo tu blog
Un abrazo
¡Gracias por los ánimos! ¡Sientan de maravilla! :D
ResponderEliminarHabeis recorrido un camino largo y este camino os acerca cada vez mas a vuestro sueño. Ojala no fuera tan largo y tan duro, pero esto no se puede elegir.. Seguro que os queda un ultimo pasito hasta alcanzarlo.
ResponderEliminarMuchos ánimos y mucha suerte!!!!
¡Mil gracias! ¡Ojalá sea así! ;)
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