sábado, 15 de agosto de 2015

Estudio de trombofilia



Esta es la prueba clásica dentro del estudio de fallo de implantación (o de abortos de repetición) y una de las que más asusta. No porque sea particularmente dolorosa o extraña (aunque a mí me sacaron ocho tubos de sangre... ¡OCHO!), sino por el presupuesto: más de MIL euros de análisis.

He de decir que, llegados a cierto punto en los tratamientos, no queda otra que seguir adelante o renunciar. Es decir: se me ocurren mil maneras fantásticas de gastarme ese dinero, pero si tiene que ser en un análisis, será; porque la alternativa es abandonar la búsqueda y, para mí, aún no ha llegado ese momento.

No obstante, y como siempre hacemos, Alma y yo preguntamos primero a mi doctora de la Seguridad Social, que siempre procura mandarnos todas las pruebas que están a su alcance. En esta ocasión tampoco nos defraudó, derivándome a Hematología sin ningún inconveniente. Tuve también muchísima suerte al pedir la cita, ya que me la dieron con pocas semanas.

Así que me planté en el hematólogo con el corazón en un puño y la cabeza llena de argumentos para conseguir que me hiciera la prueba. Cuando llegué a la consulta, había también una estudiante de prácticas, cuya presencia creo que fue decisiva para lo que pasó después. 


Tras plantearme las preguntas de rigor para hacerse una idea de mi historial clínico, entramos de lleno en el motivo de la consulta. Y mi actitud decidida se escurrió en un charquito, porque cuando me toca hablar del aborto delante de un médico nunca me encuentro la voz. No pretendía dar pena, sino hacer valer mis derechos a una Sanidad pública que financio con mi sueldo; pero lo cierto es que apenas pude contener las lágrimas. Afortunadamente, los dos médicos se mostraron muy empáticos conmigo, e incluso la estudiante de prácticas completó mi relato del segundo aborto. "Un bioquímico, ¿verdad?". Pues sí.

Cuando terminé de explicarme, el hematólogo me comentó que, normalmente, no prescribían el estudio hasta el tercer aborto. En ese instante viví un momento de pánico, pero enseguida me tranquilicé, porque él me aseguró que, aun así, me lo haría. Y a mí me parece que esa decisión tuvo más que ver con el interés del médico porque la estudiante de prácticas lo viera que con mis pintas de abortadora-recurrente-al-borde-del-colapso.

Los resultados llegaron un mes y medio después, y la conclusión del hematólogo, refrendada por nuestra doctora de la clínica, es que no padezco ninguna trombofilia. Era lo esperado, pues en mi familia no hay ningún caso. Sin embargo, tres marcadores me salieron alterados: los factores de coagulación X y XII y la proteína C funcional. Los tres son causa de abortos de repetición cuando están bajos, pero en mi caso, salieron altos. Ninguno de los médicos le ha dado ninguna importancia y no es nada fácil encontrar información sobre ello, así que no sé muy bien en qué sentido pueden influir en mi caso, si es que lo hacen.

A pesar de que el estudio de trombofilias tenía tres hojas, nuestra doctora de la clínica echó de menos un marcador: la homocisteína. Así que lo incluimos en el siguiente análisis. Y aunque me salió dentro de los parámetros normales, la doctora consideró que estaba por encima del valor óptimo para quedarse embarazada. Ya me había prevenido de que me forraría a pastillas en caso de que encontráramos la más mínima sombra de algo. Y lo ha hecho:)

El estudio de fallo de implantación (o de abortos de repetición) contempla también pruebas de tiroides, celiaquía, inmunología y cariotipo en sangre, que es una prueba genética. Entre todas tuve que hacerme tres análisis: uno con mi doctora de cabecera, donde descubrimos que tenía anemia; otro con el hematólogo, que me incluyó algunos marcadores que no eran de coagulación; y otro en la clínica. Estas pruebas me salieron todas muy bien, así que la doctora nos explicó que no había ninguna causa clara para mis abortos, a pesar de lo cual, cuidaríamos la coagulación por si acaso.

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