El fin de semana pasado nos dedicamos a hacer huerting: compramos unas macetas, sustrato, fertilizante y unos cuantos sobres de semillas; las plantamos como más o menos nos pareció, las regamos con cuidado y las dejamos en la terraza, tapadas con film transparente agujereado.
Al día siguiente cayó una tormenta de campeonato. Tuvimos que acudir en socorro de nuestras macetas, porque se estaban anegando. Pensamos: "Ya está, ya se murieron todas las semillas, seguro". Pero las seguimos observando, regando una vez que se secaron, con la calma que aporta el haber dejado los sobre vacíos en la creencia de que algo saldría, por estadística, y si no, bueno, otra vez tendríamos más cuidado y lo haríamos mejor.
Ha pasado una semana y casi todas las macetas están llenas de brotes. Los tomates cherry, asomando su tallo encorvado antes de erguir las dos hojitas. La albahaca, que ya hasta se gira hacia donde le viene el sol. El tomillo, tímido pero aguerrido. Las lechugas, una legión de color verde que amenaza con acabar devorándonos antes de ser devoradas.
Una pequeña alegría, algo nuevo que hacer juntas, el alivio de ver crecer las plantas que están fuera del alcance de los gatos, la esperanza de comernos algo de lo que sembramos y, sobre todo, la reconciliación con el ciclo de la vida, que se renueva constantemente por más piedras (superpoblación, tormentas, manos inexpertas) que se encuentre en el camino.
que lindo!! AMOO LAS PLANTAS ENCHASTRARME , TOCAR LA TIERRA , CUIDARLAS Y VERLAS CRECER ES INCREIBLE , SUERTE CON ESA HUERTA, BESO
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