Buscando el embarazo


Llegar al momento de mi vida en que pude pronunciar la frase "Voy a tener hijos" fue un proceso largo y muy costoso. Tuve que superar muchas dificultades personales, emocionales, familiares, sociales y de pareja. Lo que nunca imaginé es que, una vez alcanzadas todas esas metas, la carrera volvería a empezar...

diciembre 2013. Primera visita a la primera clínica. La doctora nos pronostica un viaje corto, fácil y fructífero porque somos "muy jóvenes". Nos animan a hacernos todas las pruebas posibles por la Seguridad Social y a ninguna de las dos nos ponen trabas: muy al contrario, nuestros médicos de cabecera apoyan abiertamente "la causa".

enero 2014. Empiezo a tomar ácido fólico. Me hago las primeras pruebas de diagnóstico y todos los resultados parecen correctos. Sin embargo, en la clínica me diagnostican Síndrome de Ovarios Poliquísticos (SOP) mediante una ecografía. No es la primera vez que recibo ese diagnóstico, pero sí la primera en la que una doctora le da importancia en relación con mi fertilidad. Por este motivo, tengo que hacerme análisis nuevos.

febrero 2014. Sigo haciéndome pruebas (entre otras, una histerosalpingografía) y recibiendo resultados. Parece que el proceso se eterniza.

marzo 2014. Empiezo a tomar metformina. Alma se hace sus pruebas. Llegan los resultados del análisis SOP y no parece que haya nada preocupante más allá del propio diagnóstico: la doctora cree que ovulo y que podemos intentar el tratamiento en ciclo natural. Asistimos a la consulta psicológica obligatoria que nos exigen en la clínica.

abril 2014. Primera inseminación artificial (en ciclo natural). Todo parece indicar que, efectivamente, ovulo. Me enfrento con horror a la primera inyección en la tripa y sufro por primera vez los estragos de la progesterona. Durante días me creo embarazada, pero finalmente no es así. Beta negativa.

mayo 2014. Segunda inseminación artificial (en ciclo natural). Nos casamos el mismo día en que un embrión podría haber llegado a mi útero. Sin embargo, casi no albergo esperanzas de que así sea y, desgraciadamente, acierto. Beta negativa.

junio 2014. Tercera inseminación artificial (con estimulación). La doctora decide ofrecerle una "ayudita" a mi cuerpo y a mí me parece bien porque tengo ganas de probar algo nuevo. Me pincho unas cantidades mínimas de estrógenos y consigo un folículo y medio. La medicación hace que los síntomas de la betaespera se exacerben y yo me creo nuevamente embarazada. Sin embargo, la vida vuelve a abofetearme sin piedad. Beta negativa.

julio 2014. Decidimos hacer un descanso en los tratamientos y nos vamos de vacaciones a nuestra re-luna de miel. Contra todo pronóstico, a las pocas semanas vuelven las ganas de seguir intentándolo.

agosto 2014. Cuarta inseminación artificial (con estimulación). La doctora cree que no perdemos nada por intentarlo una vez más, pues todavía estamos dentro de las estadísticas. Yo me dejo convencer, aunque enfrento el tratamiento sin ninguna esperanza, solo por el temor que me provoca la FIV. Dosis de estrógenos parecidas y mismo folículo y medio. Mucho antes de la beta estoy convencida de que no lo voy a conseguir y, efectivamente, no lo consigo. Beta negativa y fin de nuestros ciclos de inseminación artificial.

septiembre 2014. Empezamos el protocolo para la primera FIV. Ambas renovamos la serología y yo me hago nuevos análisis y un electrocardiograma preoperatorio. Tengo que tomar la píldora e inhalar nafarelina para inducir el reposo ovárico. A finales de mes empiezo con la estimulación ovárica.

octubre 2014. Llega la temida punción y obtenemos nuestra primera camada de embriones. Yo paso una semana de baja a causa de la medicación que tomo para prevenir un SHO. Durante esa misma semana me transfieren un precioso blasto de buena calidad. La betaespera transcurre con normalidad, pero durante los últimos días los síntomas aumentan y termino la betaespera con esperanzas renovadas. Esta vez sí, ocurre el milagro. Beta positiva. ¡Estoy embarazada!

noviembre 2014. Paso toda la ecoespera llena de miedos e incredulidad. La primera ecografía revela un saco embrionario de tamaño adecuado, bien adherido y bien formado. Pero no conseguimos ver el embrión, así que debemos repetir la prueba en una semana. Al día siguiente tengo mi primer sangrado y me doblan la dosis de progesterona. En la segunda ecografía se observa que el saco ha seguido creciendo muy bien y ya podemos ver al embrión, que tiene latido, aunque muy lento. Hay que repetir la prueba una semana después por precaución. Durante esa semana tengo un sangrado más abundante. Acudimos a urgencias y me prescriben reposo absoluto, así que vuelvo a estar de baja. Algunos de mis síntomas de embarazo empiezan a desaparecer. El sangrado remite, pero regresa a los pocos días. La tercera ecografía confirma nuestros peores presagios: el embrión ya no tiene latido. Sufro un aborto retenido, pero no quiero que me hagan un legrado, así que elijo utilizar pastillas. Mi primer embarazo finaliza a las ocho semanas.

diciembre 2014. Paso una cuarentena bastante dura y empiezo a tener anemia. Me recomiendan esperar al menos tres reglas hasta el próximo tratamiento y así lo hacemos.

marzo 2015. Volvemos a la carga con nuestro único embrión vitrificado, un blasto de calidad baja. Probamos a hacer la transferencia en ciclo natural y todo sale estupendamente.

abril 2015. La progesterona me tumba durante la betaespera y al final noto algunos síntomas de embarazo, pero no todos. Beta positiva, pero baja. Esperamos unos días y el valor desciende. Bioquímico. Dejo la medicación y me viene la regla.

mayo 2015. Nuestra doctora nos aconseja que me haga un estudio de fallo de implantación (también conocido como de "abortos de repetición"). Pido las primeras citas y me hago las primeras pruebas, entre las que destacan una biopsia de endometrio y un estudio de trombofilia.

junio 2015. Poco a poco van llegando los resultados que son, en general, poco relevantes. El único valor llamativo es la homocisteína elevada.

agosto 2015. Empezamos el protocolo para la segunda FIV, que incorpora una nueva medicación. El reposo ovárico va muy bien, pero la estimulación no transcurre como nos habría gustado. La punción, afortunadamente, vuelve a inclinar la balanza hacia el lado positivo. Llega nuestra segunda camada de embriones.

septiembre 2015. Me transfieren un blasto de buena calidad. Ya durante la betaespera me empiezo a dar cuenta de que la cosa no va a ir bien. Y, desgraciadamente, acierto: el resultado de la prueba de embarazo es negativo.

octubre 2015. Vamos a por nuestro único vitrificado: de nuevo, un blasto de mala calidad. Apenas tenemos esperanza, pero no queremos prolongar la agonía ni un mes más. El resultado vuelve a ser negativo. Habíamos decidido que esta sería nuestra última FIV, así que nos tomamos unas "vacaciones reproductivas" para despejarnos, ya que estamos agotadas. Por el camino, además, nos animamos a cambiar de clínica y vuelvo a tomar la píldora.

febrero 2016. Sin ánimo de empezar ningún tratamiento de manera inmediata, visitamos una nueva clínica y nos apuntamos a la lista de espera para la adopción de embriones. Según el protocolo, pueden tardar entre cuatro y seis meses en llamarnos.

junio 2016. Recibimos la llamada de la clínica. ¡Somos las siguientes en la lista de espera! Después de algunos malentendidos, nos piden que nos hagamos unos análisis y llevemos los resultados a la consulta.

julio 2016. Una nueva llamada nos informa de las características de nuestros embriones. Nos hacemos los análisis y llevamos los resultados a la clínica. Nos proponen intentar una transferencia en ciclo natural, siempre que ovule y que mi endometrio se desarrolle adecuadamente. Aceptamos. La regla me viene a los dos días y dejo la píldora.

agosto 2016. Primer ciclo de recepción de embriones. El ciclo natural se desarrolla con algunos sobresaltos, pero llego en buenas condiciones a la transferencia embrionaria, en la que, por primera vez, me transfieren dos embriones. En esta ocasión, la pauta de medicación es muy sencilla. Dos días antes de la beta, me hago un test de embarazo y sale positivo. ¡Estoy embarazada! La beta, sin embargo, es más baja de lo que me habría gustado: 135.

septiembre 2016. Enseguida empiezo a notar que el embarazo no va bien. Apenas cinco días después de la beta, me confirman los peores presagios: mi tercer embarazo se ha parado.

octubre 2016. Acudimos a la consulta de una ginecóloga recomendada para casos de abortos de repetición. Me manda repetir algunas pruebas de coagulación e inmunología, así como hacerme una histeroscopia. Mi doctora de cabecera nos manda, dos años y medio después, a Esterilidad.

noviembre 2016. A duras penas consigo cuadrar un calendario de citas médicas. La primera parada es el análisis que me mandó la ginecóloga. Por precaución, empiezo a tomar un ácido fólico especial para las mujeres que tienen problemas para absorberlo.

diciembre 2016. El mes de los contrastes. Acudo a la cita con el médico que me hará la histeroscopia y una segunda biopsia de endometrio, que se va a convertir en una de las peores experiencias de mi vida. Pero también tengo mi primera cita en Inmunología y recibo un primer diagnóstico, que debe ser confirmado y completado con nuevos análisis.

enero 2017. Asisto a una consulta de Ginecología en la Seguridad Social que traspasa todos los límites de lo absurdo... y de lo inenarrable. Los análisis que conseguí que me mandara mi doctora de cabecera indican que tengo una insuficiencia de vitamina D.

febrero 2017. Recibimos una llamada de la clínica: vuelve a tocarnos el turno en la lista de espera para la adopción de embriones. Ante la inutilidad de nuestra visita a Ginecología de la SS, completo los análisis que me mandaron en Inmunología costeándolos de mi bolsillo.

marzo 2017. Pasado un mes de la primera llamada, desde la clínica contactan de nuevo con nosotras para explicarnos las características de nuestros nuevos embriones. Llevo todos los análisis a Inmunología y, por fin, obtengo un diagnóstico: trombofilia por elevación del factor XII y mutación en heterocigosis del gen de la MTHFR. El inmunólogo me propone una pauta de medicación que debo empezar un mes antes del siguiente tratamiento.

abril 2017. Acudo a una consulta gratuita con la psicóloga de nuestra clínica con el objetivo de encarar el próximo tratamiento de la mejor manera posible. Me hago el último análisis antes del tratamiento.

mayo 2017. Con la llegada de la regla empieza el nuevo ciclo de adopción de embriones.

junio 2017. Empiezo a pincharme la heparina una semana antes de la transferencia embrionaria. Paso una betaespera muy tranquila y, tres días antes de la falta, llega el primer test positivo. ¡Estoy embarazada! Sigo haciéndome test cada dos días incluso después de la beta, que, por primera vez, es muy alta. Al final del mes, podemos ver a nuestro embrión latiendo en la primera ecografía. Un segundo saco, mucho más pequeño, también se está desarrollando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días , por fin hay ayuda en Valencia. Hay una inmunologa clinica que estuvo formándose con Ss. Ella es Dra.Maria Núñez está en la clínica San Martín de Valencia.

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