sábado, 12 de abril de 2014

Nuestro donante ideal (I)



Afortunadamente, Alma y yo estamos muy de acuerdo en todo lo que tiene que ver con uno de los temas más peliagudos de la maternidad biológica lesbiana: el donante. Por desgracia, las opciones que preferimos no son posibles ahora mismo en España.

Para nosotras, el donante ideal sería una persona de confianza, que quisiera colaborar en la creación de nuestra familia e implicarse con nuestro hijo en la medida en que ambos lo eligieran. Es decir, teniendo un contacto continuado con él, como cualquier otro familiar o amigo cercano, que se iría estrechando o no en la medida en que ambos tuvieran feeling y desearan pasar más o menos tiempo juntos. 

Lo cierto es que no tenemos ningún amigo o familiar que quisiera ser nuestro donante, ni tampoco con quien nosotras quisiéramos compartir este proyecto. Cuando lo hemos hablado con algún chico de nuestro entorno, hemos terminado concluyendo, por un lado o por otro, que no era algo que deseáramos hacer juntos. A pesar de ello, la posibilidad de conocer otro candidatos fuera de nuestro círculo también existe, como descubrimos haciendo algunas búsquedas en Internet, y nada impediría que alguno de ellos se convirtiera en esa persona de confianza para nosotras.

Sé que esta opción tiene muy mala fama entre la comunidad lesbiana, y que hay películas horribles y multitud de testimonios terroríficos sobre el tema; pero, para nosotras, algo así sería muy importante. No por nuestra parte, pues como pareja y como madres nos bastamos y nos sobramos; sino por nuestro hijo. Las dos pensamos que las personas tienen, ante todo, derecho a sí mismas, incluso siendo menores, y que los adultos que velamos por su bienestar debemos cuidar de que cada persona tenga lo que necesita, nos guste o no, nos convenga o no lo haga. 

Con esto quiero decir que nuestro futuro hijo puede pasar cien mil pueblos de su donante y no necesitar saber nada sobre el tema, como les ocurre a muchos niños adoptados con su país de origen; o también puede tener cierta curiosidad en algún momento de su desarrollo, como en la adolescencia; o quizá decida simplemente que necesita incorporarlo de alguna manera a su vida. Y a nosotras nos gustaría poder acompañarlo en cualquiera de esos u otros casos.

En España, esta situación no es posible, pues no existe la figura de "donante", sino solo la de "padre": una figura que desplaza a la madre no biológica. Y esta posibilidad es algo que, sencillamente, no nos planteamos, pues nosotras queremos formar, ante todo, una familia con dos madres. Desde esta familia nuestro hijo ha sido deseado y buscado, y como tal debe ser reconocida.

Quizá haya quien piense que la legalidad nunca abarcará este tipo de decisiones, y yo me alegro de poder llevarle la contraria, pues precisamente este año se ha inscrito ya la primera niña con tres progenitores legales, dos madres lesbianas y un donante (con ese estatus y no otro) en Canadá. En cualquier caso, y si esta situación no fuera ya una realidad en algún país del mundo, podríamos imaginarla y reivindicarla igualmente, como hemos hecho con tantas otras leyes. 

Por suerte, este modelo alternativo contribuye a que se siga ampliando el concepto tradicional de familia. Y estoy segura de que, algún día no muy lejano, muchas otras parejas lesbianas con nuestras mismas preferencias podrán conformar legalmente la familia que desean.

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